Alguna vez contábamos cómo, en plena efervescencia de la UDP, los "maestros" de cierta ciudad, le hicieron decir a Marx desde "no contaban con mi astucia" hasta "suerte matador". Era la época en que los candidatos llegaban a las campañas departamentales visiblemente financiados por billetes que lucían cínicamente orgullosos y que daban cuenta que tenían con que pagar aspirantes como votantes; fue el inicio de la agudización de la democracia de mercado que hizo que varios partidos cruzaran "ríos de sangre", se "entroncaran" en el "árbol de las peras" o hicieran ocupante del Palacio Quemado al menos votado por "consenso".
Nadie quería ver quién manejaba los hilos de los títeres sino quién se infiltraba como revolucionario y sacaba partido en la venta de alimentos de las donaciones a "la democracia", especulación con los dólares o el ocultamiento de productos de la canasta familiar.
Toda esa efervescencia revolucionaria, socialista y marxista nos llevó a una hiperinflación que no se quiso controlar hasta que ya no se pudo más que decir: "la patria se nos muere" para darnos un batacazo con el neoliberalismo que nos despojó de empresas y recursos naturales.
Algo de todo esto viene sucediendo nuevamente con un "rendido" culto al Ché; pero no al guerrillero o al ideólogo sino al que se comercializa en el mercado; al que se le puede obtener en camisetas, llaveros, fotografías o cualquier chuchería de la oferta y la demanda y que nada tiene que ver con lo que fue o quiso ser. Se trata de mitificar una figura pero, al parecer, ni siquiera para generar otro culto a la personalidad sino esconder o distorsionar una realidad interna y externa que es diferente a la teoría o la especulación y así como ha visto caer a tiranos ha visto también morir a verdaderos líderes. Lo de mitificar pues puede caer en la mistificación.
Es una lástima y debe serlo aún más para los que, de alguna manera, lo entendieron o creyeron entenderlo porque lo que se hace es escarnecer su impronta antes que respetar su memoria. Que no es el único caso ni para qué decirlo; pero sería bueno que empecemos reflexionando sobre la realidad, la cotidianeidad, la contemporaneidad para no seguir como estamos y no repetir los mismos errores o tropezar en la misma piedra. Eso sería hacerle honor a muchos de nuestros líderes.
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