Definitivamente ha abierto sus puertas el circo de la democracia de mercado; lo malo es que lo ha hecho como circo pobre donde los aprendices, los aventureros o los sin oficio pretenden sorprender la buena fe de los espectadores.
Porque si analizamos el ambiente de la política boliviana, nos encontraremos con que, en los hechos, está desierto; no hay oficialistas caracterizados ni opositores ídem; todo es anecdótico, por decir, algo de la majadería con que actúa de uno u otro lado.
Mientras tanto, los grandes problemas nacionales, como el desarrollo, la educación, las universidades, la salud, la ciencia y la tecnología han quedado en el olvido y la marginalidad y si bien es cierto que hay algunas obras que se están haciendo oportunamente y son necesarias, lo que sigue asombrando es la falta de un plan nacional incluso en el sector donde se ven más: el de las carreteras.
Nuestros políticos, pese a los aspavientos que hacen, no están a la altura de quienes puedan, por ejemplo, enfrentar un debate; si es que hablamos de uno real y no eso que se monta constantemente en beneficio de las ganancias de la televisión y para las menudencias, para ver quién miente mejor o es más cínico. Y es que no sólo que todo transcurre entre la minucia o la filosofía del menor gasto cerebral sino que no se tiene la valentía de abordar temas que se manejan en las sombras. Y el del separatismo, para sólo citar uno, es patético. Los que lo han impulsado en el pasado reciente, aunque actualmente lo nieguen a rabiar, se dicen más unionistas que cualquiera; cuando lo que convendría es que expresen sus posiciones, que digan qué clase de Estado quieren, si el de las oligarquías, las plutocracias o de los sirvientes de intereses foráneos; porque no vamos a negar que dentro de ese "regionalismo" se mueven tanto los tentáculos de la embajada norteamericana como las estrategias de la continentalización mapochina. Porque no por nada, justo cuando la negativa mayoritaria era venderle gas a Chile, los "cambas" no sólo que apoyaban al gobierno que intentaba el absurdo sino que empezó a manipular la conciencia cívica de mucha gente para hacer pasar por regionalismo sus intentos separatistas que ni siquiera eran de ellos sino de otros.
Lo mismo habría que hacer respecto a la asignación presupuestaria donde el departamento de Santa Cruz, que en realidad no era más que su oligarquía o sus logias, recibió durante décadas el 85% y nunca se ha dado cuenta de su gasto.
Hay muchos temas para el debate; pero no para el circo y tampoco para que sean tratados por neófitos o ignorantes de militancia voluntaria.
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