La autoridad del sistema financiero boliviano, ha determinado reducir el crédito familiar sobre electrodomésticos y otros gastos que no son imprescindibles, lógicamente, con la protesta de algunos banqueros.
Donde más se nota la estabilidad o buena perspectiva de la economía boliviana es en el consumismo y que se traduce en gasto en rubros u objetos completamente prescindibles, como la compra de celulares, equipos de juegos electrónicos, de sonido o, incluso, automóviles. Pero la gente que siente que tiene unos pesos más en el bolsillo lo primero que hace es tratar de demostrarlo adquiriendo una tarjeta de crédito, comprando un teléfono móvil, atronando el vecindario con su nuevo equipo de sonido o haciendo gala de su automóvil, aunque sea de segunda o tercera mano y yendo a los supermercados donde cae como víctima en los mil y un ardides que se usan para vender chucherías.
La práctica del ahorro está siendo olvidada no sólo porque los incentivos o intereses que los bancos ofrecen son prácticamente nulos sino porque tener una tarjeta de débito se ha hecho "status", aunque lleve a dolores de cabeza a fin de mes. Pero ahorrar, es contra la economía de mercado.
El consumismo cabalga más frenéticamente todavía entre la juventud que no sólo que hace gala de los nuevos productos de la tecnología sino que ingresa más tempranamente en el consumo de alcohol, droga, tabaco o sexo y por eso es que hay más cantidad de embarazos entre las adolescentes o de madres jóvenes que tienen que hacer frente a la realidad buscando trabajo e ingresando prematuramente en eso que se hace llamar mercado pero que no es sino consumismo.
Lo mismo pasa en el comercio de la vanidad; se trate de ropa "de marca", pintado de las uñas, maquillaje, perfumes o bisutería, que es por donde va la moda o esclaviza el consumismo.
Pero destinar un porcentaje del salario o las ganancias del comercio a adquirir, por ejemplo, un seguro de salud o mejor educación, es lo que menos se hace, a menos que se opte, por la falsificación de títulos o la compra de los mismos en pos grado o cualquiera de las variantes que el comercio universitario ha abierto aprovechando, precisamente, el consumismo.
Y así como ya no hay esas cholas enjoyadas que eran la envidia de las mismas chotas o "de vestido"; ya no hay los intelectuales que demostraban que algo habían aprendido.
Todo es consumismo.
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