lunes, 14 de octubre de 2013

CONTRADICCIONES Y DESPRESTIGIOS

Ya desde antes de la concesión de un premio Nobel a un líder árabe que, según la lideresa judía, si no merecía el de la paz, merecía el Oscar; la controversia se ha asentado en torno a la concesión de estos premios o reconocimientos.
Hoy, en la caricatura de Página 12, aparecen los protagonistas de casi siempre diciendo uno al otro: le dieron el Nobel de Literatura a tal; replicando el otro: "debe escribir mal", ¿por qué? "Y, si le dieron el de la paz  a Obama".
Y tienen toda la razón, se hace demasiado revuelto en torno a estos premios; pero el resultado es el mismo que cuando se habla del Oscar de la academia de bellas artes; aunque no todos pueden estar contentos, hay quienes sostienen bien la posibilidad de error haciendo cierto aquello de no son todos los que están ni son todos los que aparecen.
Hay también demasiadas influencias que no siempre coinciden con los méritos o valores que debieran mostrar los agraciados. ¿Y tienen impacto? Es difícil saberlo pues en 1994 se concedió el premio en economía a Nash que postulaba que el libre mercado no existía y era una falacia; pero en el 2001 se le concedió también a Stiglitz, crítico del libre mercado y el neoliberalismo pero, a la vez, miembro del FMI.
En realidad, tal como puede suceder con el cine, a veces, los premios alejan a los espectadores más que atraerlos a la taquilla, aunque la propaganda insista en el número de estatuillas conseguidas que, al final, muchos se preguntan cómo hacen para errar tanto.
Alguien dirá sobre gustos no hay disgustos; pero no es lo mismo hablar de los Oscar que de los Nobel pues se supone, por lo menos a través de la intención del creador de la dinamita, que se debiera distinguir lo que es de beneficio colectivo que es lo que la realidad ha desmentido varias veces y el último ejemplo lo tenemos con el caso de Obama.
Por lo demás, así como la calificación o descalificación de los aspirantes es atribución de unos pocos; así también la ciencia y la tecnología son de provecho para minorías que se niegan a contribuir con el bien común, con la sociedad, con el planeta.
Lo único claro es que el espectáculo, en uno u otro caso, está garantizado y siempre hay quienes muerden el anzuelo de la irrealidad de la realidad.

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