Casa vez que leemos algún libro sobre las religiones, la fe o la ciencia es común encontrarse con una palabrita que se emplea a conveniencia: conspiranoico, es decir, creyente en una conspiracion mundial por parte de pequeños grupos de intereses materialistas.
Para nada sirve contraponer lo que ha ocurrido realmente en la primera guerra mundial, en la segunda o, más recientemente, en la invasión a Irak, Afganistan o cualquiera de esas "guerritas" que se libran aparentemente por motivos raciales, como en Nigeria o el Congo o que se han dado en la América Latina para mantener el "orden", como los casos de Chile, la Argentina o Bolivia, para sólo citar unos cuantos.
Tampoco se dice nada sobre la manipulación de la economía mundial, donde a rajatabla y con la complicidad de "prestigiosas" universidades, se ha infestado el planeta con el neoliberalismo, pese a las tesis científicas, como la de Nash, que aseguraban que todo iría al fracaso y sólo serviría para mejorar la explotación de unos pocos en perjuicio de los más.
Ni qué decir de las formas en que se maneja la ciencia y la tecnología donde quienes más las necesitan están obligados a pagar "royalties", "know how" y otras formas de acaparamiento para procurarse un camino más o menos expedito el crecimiento.
Y ni hablar del "financiamiento" que no es otra cosa que una suerte de maldición de Sísifo que se impone, vía la banca internacional, a todos quienes quieran hacerse de unos dólares para invertir en industrias de explotación de sus recursos naturales. Tampoco de las últimas denuncias que se han hecho públicas, como el espionaje internacional e indiscriminado por parte de EEUU que apenas si mella algo el cinismo de los que se creen dueños del planeta y de la vida.
Pero quienes escriben muchos libros, aparentemente, destinados a destruir esto o lo otro, no saben que sólo introducen más incógnitas en los lectores y que también nos ponen ante la disyuntiva de seguir creyendo o no en la inteligencia del hombre.
Porque, finalmente, la cuestión, como en las religiones, no es creer o no creer sino tener la convicción cierta de algo; por mucho que también la verdad se cuestiona desde una cómoda trinchera: Lo que te conviene a tí y no me conviene a mí; no es cierto.
Que existen conspiraciones en el mundo y en contra de la humanidad, es cierto; por lo tanto, existen también "conspiranoicos", aunque no sólo de este lado sino más bien del otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario