Según algunos científicos, y como Marte está de moda, la vida en la tierra provino de ese planeta y no de ninguna evolución u otros cuentos. Muchos arqueólogos y entendidos en las culturas andinas, empero, aseguran que si hay alguna relación con otro planeta, debe ser con Venus pues los calendarios que se usaban estaban relacionados a sus ciclos, así como otros varios factores, esculturas y leyendas.
Independientemente de si vinimos de uno u otro planeta, la información, que por lo demás ha pasado casi desapercibida, da por tierra con muchos mitos: en primer lugar, algunos relatos bíblicos pues otros apuntan a indicios extraterrestres; en segundo lugar, al "destino manifiesto" o la predilección o mandato divino respecto a algunos pueblos y, por los cuales, se ha sometido a la humanidad. El ejemplo más claro lo estamos viviendo precisamente en estos días, cuando los que mueven los hilos del gobierno norteamericano anuncian prepotentemente la invasión a Siria de la mano de diversos sofismas y, el principal, aquello que se ha manifestado reiteradas veces en la historia: Que Dios ha encomendado a estos sujetos su calidad de "hermano mayor".
Ya no hay pues nada del destino manifiesto, la predilección divina, el origen ídem y tantos otras mentiras que se han manejado para sostener el materialismo, pues no de otra cosa se trata cuando se hace alusión a tantos desvíos "divinos" para imponer el interés de unos pocos por sobre los de la comunidad planetaria.
Lo que la revelación de los científicos ha dinamitado, no es pues la teoría de la evolución de Darwin que nunca tuvo asidero alguno o el maltusianismo que se usa para generar mejores ganancias por medio de la guerra o el acaparamiento sino las bases mismas de la concepción del hombre en la tierra y, por ende, todo aquello que se ha manejado a través de la espada y la cruz, la manipulación y distorsión de las religiones del mundo, así como la supremacía de unas razas sobre otras.
Si entendemos y captamos bien el mensaje que trae la información sobre el origen de la vida en la tierra; un estremecimiento general debiera acompañar a la humanidad entera y una grave acusación de lesa humanidad sobre quienes se arrogan papeles o mandatos divinos.
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