He aquí que, nuevamente, nos aparecen jueces oficiosos que se meten donde nadie los ha llamado. En el ámbito externo, tenemos a los gobernantes norteamericanos que, una vez más, aprestan sus tropas para la invasión de Siria como si alguien les hubiera dado vela en el entierro y donde, además, no tienen ni moral ni ética para intervenir después de las repetidas mentiras que nadie ya cree para hacerse de recursos naturales o lugares estratégicos; aunque el mundo no pueda contener la prepotencia del satanismo del dólar.
En nuestro caso, un miembro de la legación diplomática del Brasil, dizque, por razones humanitarias traslada y convierte en fugitivo de la justicia a un ex senador acusado de varios delitos y sentenciado ya en uno de los casos. Aunque el gobierno del vecino país ha reaccionado inmediatamente y su Canciller ha tenido que renunciar, el daño está hecho; no porque sea o no culpable en lo que se le acusa y todavía está en trámite sino porque ha destapado el "cipayun trems" de algunos pocos bolivianos que les gusta vivir en la dependencia, en el colonialismo, a la sombra del poder y la prepotencia del materialismo capitalista.
Porque aunque la "justicia" es uno de los temas pendientes de la república desde hace siglos pues siempre se ha situado o acomodado al poder eventual del palacios o embajadas, eso no quiere decir que hayamos renunciado a la moral y la ética, a las buenas costumbres; por mucho que se haya hecho "tradición" que los politiqueros siembren nabos en nuestras espaldas, vacíen el tesoro nacional y vendan hasta a sus madres.
No, los bolivianos podemos no coincidir con los actuales o pasados magistrados y encargados de administrar las leyes en el país; pero en lo que discrepamos con ellos es que las leyes no pueden ser causa de fortunas mal habidas o de fomento a la corrupción, por mucho que se haya hecho costumbre el beneficio personal, familiar o partidista del eventual cargo.
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