Una verdadera batalla por el poder en la prisión de "máxima seguridad" de Santa Cruz, dejó decenas de muertos y heridos. Y no es la primera vez y seguramente tampoco será la última porque hace demasiado tiempo que las cárceles no son sitios de rehabilitación o de confinamiento sino otros ambientes para seguir con la delincuencia.
Y es que allí el movimiento económico no es despreciable, entre el cobro de alquileres, anticréticos, compra y venta de celdas, control del tráfico de drogas y armas, así como el de alcohol y del espectáculo, además de seguir manejando la delincuencia en varios rubros, se puede inferir que bordea el millón de dólares mensuales y tiene beneficiarios a los mismos delincuentes como a sus guardianes.
Hace algún tiempo se trató, en Cochabamba, de eliminar esta administración delictiva de los penales; un motín de los propios presos, que no se pudo o no se quiso controlar, acabó dejando las cosas como están, es decir, bajo el control de la delincuencia.
Hace tiempo también que las autoridades han estado haciendo lo que el Gobernador de Santa Cruz ha hecho al respecto: declarar duelo; no sabemos si por el dolor de los parientes o en homenaje a alguien; pero no han habido acciones estructurales para retomar el control en los presidios, rehabilitar a sus ocupantes y darle un carácter menos represivo que el actual sistema; si es que puede llamarse así a la liberalidad con que se manejan esos centros.
Lo acaecido en Palmasola puede repetirse en cualquier lugar y mientras se reaccione con la simple majadería oposicionista, como ahora, no habrá solución. Lo que hay que hacer es tomar el toro por las astas y acabar con el negocio en esos centros y con la complacencia y complicidad de los propios guardianes que, aunque no lo crea, se disputan las gobernaciones.
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