Los censos han causado problemas desde antes del nacimiento de Jesús y han servido para muy diversos fines. Ortega y Gasset decía: "No sabemos lo que nos pasa, y eso es lo que nos pasa" y ya todos conocemos las vicisitudes que tuvo que pasar su país por no saber qué pasaba.
No hay pues diferencia entre los fariseos de ayer o de hoy; lo que sí preocupa es que no sabemos qué nos pasa y los resultados del censo, aunque dudosos e insuficientes, nos revelaron algunos detalles que no se pueden dejar pasar.
Verbigracia, pese a la oposición de mucha gente sobre el "indigenismo" o el mestizaje, otros insistieron en introducir preguntas más bien sectarias que de unidad; pese a ello, los resultados nos dicen que la mayoría de los bolivianos se considera mestizo, como un mentís a los propulsores de los banderíos grupales que introducen factores de distorsión de la democracia, haciendo hincapié más bien en lo minoritario que lo mayor, tal y como manda el liberalismo de derecha y obedece el de izquierda.
También llama la atención el que sólo un 10% de la población tenga acceso a la tecnología de las comunicaciones tan en "boga"; lo que desmiente muchos programas de la televisión que han hecho un fetiche del "face" o se animan a asegurar que el soberano se pronuncia, cuando ese soberano, nos lo dicen los números, brilla por su ausencia.
También es preocupante la renovación de la población porque hay evidencias de una disminución de los nacimientos y, consiguientemente, una preponderancia de los adultos sobre los jóvenes; por lo que hay que considerar un verdadero absurdo el que nos distraigan con políticas mañosas para legalizar el aborto que, como lo decíamos antes, no es más que la ejecución de políticas maltusianas.
El censo llevado a cabo, no podía pues parecerse a una taza de leche y lo malo es que más que la racionalidad, apunta la demagogia de dirigentillos que no conocen la historia, que quieren llevar agua a sus molinos o que ni siquiera se dan cuenta de lo que pasa.
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