Tenía que suceder; pues resulta que de un tiempo a esta parte muchas carreras universitarias se "acreditaban" como símbolo de eficiencia y competitividad o como simple muestra de competencia en el mercado.
Pero se está observando a lo largo y ancho del mundo estas acreditaciones ya que se ha visto que no siempre responden a un objetivo superior y, por el contrario, se han convertido en un sofisma. El último país latinoamericano donde se está exigiendo cambios y mejoras en el sistema de acreditación es Chile y, en lo posible, el establecimiento de instituciones realmente independientes e idóneas para tal fin, porque se ha comprobado que la mayoría de las veces estas acreditaciones no corresponden sino a una suerte de autoevaluación que, lógicamente, está dirigida.
Como si fuera poco, también se está observando y poniendo en la balanza de las mismas acreditaciones la cuestión de la "papelería", es decir, esa supuesta misión (y comercio) que algunas instituciones universitarias han encontrado en el "pos grado" y se refiere a maestrías, doctorados y otras formas de ingresar en la "cultura del papel" o del cartón que no tiene que ver tampoco con una mejora en el conocimiento o la especialidad.
Una vez más, después de décadas, se está cuestionando no sólo el papel sino el funcionamiento de las universidades y tiene que ser así en un mundo donde el cientificismo ha sustituido la ciencia y la politiquería la política y el planeta en general no hace otra cosa que pasar de una crisis a otra sin más remedio que parches mal dispuestos y donde lo que fundamentalmente está faltando, curiosamente a lo que se dice, es la presencia de la ciencia.
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