Hace unos días un comerciante "minorista" perdió alrededor de medio millón de dólares por el incendio accidental de uno de sus almacenes; hace ya bastante tiempo, cuando empezaban a aparecer en el mercado los automóviles de lujo, uno sólo podía encontrarlos abasteciendo los mercados de "gremialistas" o retirando las mercaderías no vendidas; si habían inmuebles de lujo, eran de alguno de los beneficiarios de exenciones tributarias, la corrupción en la aduana o cliente del partidismo sectario en el gobierno.
No es primera vez que se quiere luchar contra esta plaga que es parte de la dependencia, junto a la impunidad; pero nunca se ha podido porque los mismos politiqueros no estaban dispuestos a serrucharse el piso o pisarse la manguera entre bomberos y todo eran enunciados, declaraciones y hasta propaganda; pero hechos concretos: nada.
Hoy que se quiere aprobar un instrumento legal al respecto, y es primera vez que se intenta hacerlo donde más duele: en los bienes mal habidos, resulta que la corrupción y la impunidad se retuercen, se defienden, se rebelan, a través de organizaciones que son parte del teatro: los explotados por la informalidad y que se hace de diversas maneras; desde el que vende cajitas de fósforos, provistos por un mayorista que compra por millones, hasta el aspirante a ser "minorista" y es intermediario de los negocios más suculentos y apetecidos como son el contrabando, la piratería y el narcotráfico.
Esta es la realidad y lo que estamos viviendo con amenazas, paros y violencia, es parte de esa defensa intransigente de la corrupción que quiere seguir siendo un elemento estructural del triángulo ominoso de: dependencia-corrupción-impunidad que, además, no sólo es explotador sino injusto porque mientras un profesional tiene que pagar impuestos por unas cuantas monedas, los que no pasaron ni por el frente de la universidad no pagan ninguno atribuyéndose una "pobreza" que ya quisieran tener muchos aprendices de ricos, la especulación y la avaricia.
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