La oligarquía chilena está pasando del miedo al pánico con motivo de las demandas entabladas y por entablar ante organismos internacionales por el Perú y Bolivia, pues la solución que se ha dado al desacuerdo entre Colombia y Nicaragua, los ha puesto todavía más nerviosos.
Y es que no tienen excusa alguna para seguir encubriendo sus atropellos, su mera intermediación entre intereses extracontinentales y su prepotencia manifiesta. Porque hay suficiente literatura para probar no sólo que, en el caso de la Guerra del Pacífico, apenas fueron los intermediarios de las ambiciones inglesas sino también para hacer ver que, con absoluto descaro, los gobernantes de La Moneda dieron rienda suelta a su prepotencia y verborrea y manifestaron muy orondos y lirondos que sí sabían de las riquezas que estaban usurpando y que lo estaban haciendo conscientes de la violencia que ejercían, por qué y para qué. Desde declaraciones de sus militares, corroboradas por civiles, todo apunta a comprobar cómo los uniformados chilenos asumieron su papel de intermediarios de otros intereses y se prestaron al juego.
De otro lado, hay una amplia recopilación de ese material no únicamente por bolivianos que se dedicaron a la investigación del asunto sino también por otros chilenos que no pueden ver sin preocupación que la injusticia continúe y que su gobierno siga siendo un simple intermediario y representante de las oligarquías de todo tipo.
Y aunque se reunan todos los expresidentes vivos y toda la diplomacia que esa misma oligarquía ha mantenido a lo largo de varios años y gobiernos, no tienen argumentos para excusar su falta con los países vecinos del Continente como con su pueblo, al que han mantenido en la pobreza y la marginalidad de su propio destino. El tiempo tiene límites y plazos establecidos para restablecer todo y mucho más todavía la injusticia y la violencia.
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