Desde siempre los delincuentes intimaban: "la bolsa o la vida" y las cosas no han cambiado, aunque el delito ya no se produce en los caminos sino en las oficinas y los ambientes de los mercados.
Pero los efectos siguen siendo los mismos; quienes se niegan a ceder el vil metal pierden la vida, sea mediante suicidio público y manifiesto, sea a través del mismo expediente que no deja muchas pistas y, a veces, se puede atribuir a motivos pasionales o desequilibrios psicológicos. Lo ocurrido en España la anterior semana es patente al respecto y ha dado pie a que se posterguen ciertos lanzamientos o expulsiones de acreedores de casas y departamentos.
Pero, además, hay que incluir en la lista a las víctimas de las manifestaciones de protesta que caen muertos o heridos en la represión de las mismas y que no son sino sujetos intimidados por la misma consigna de los delincuentes pues, aunque usted no lo crea, en casi todas las legislaciones del mundo, el agio y la especulación son penados pero casi nunca se contemplan entre las acciones de los administradores de las leyes que sólo excepcionalmente salen por el fuero de la justicia.
También hay que agregar a los que, empujados por la situación creada por la crisis, se dedican al bandidaje o a quienes hacen su agosto aprovechando esas mismas circunstancias pues en río revuelto, como dice el refrán, ganancia de pescadores.
Mientras las crisis financieras, económicas o como se las llame impliquen siempre una reactivación de la amenaza de: la bolsa o la vida, los humanos no habremos encontrado las puertas de la superación, la libertad, la fraternidad y la igualdad que, criminalmente, hasta pueden ser manipuladas para conseguir mantener el poder de la delincuencia organizada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario