En la presentación de candidatos a la decanatura de la Facultad de Medicina de la UMSS, uno de ellos decía que todo estaba bien y que sus alumnos podían sentirse felices; el otro, afirmaba que cuando salía al exterior, hace años atrás, se sentía orgulloso de haber sido egresado de una de las escuelas más prestigiosas de Latinoamérica; pero que hoy ya no podía decir lo mismo.
Hace décadas se decía en Bolivia que los egresados en La Paz (UMSA), eran buenos cirujanos, los egresados en Cochabamba era buenos clínicos y los de Sucre eran buenos muchachos; también hace varios años atrás y cuando nos encontramos entre ex condiscipulos un amigo decía: "nosotros hemos aprendido pues Medicina, los de ahora no saben nada".
Dos realidades distintas y lamentables que ya no se puede esconder por muchos sofismas y "certificaciones" o "acreditaciones" que se presenten; el estado de nuestras universidades es precario y hay que afrontar ese hecho para impulsar un proceso que les devuelva prestigio y, en cierto modo, utilidad; porque ya no pueden seguir siendo simples fábricas de "cartones" y deben asumir su rol de investigadores científicos, de creadores de tecnología y de orientadores ideológicos de la sociedad.
Lo de hacer ciencia y crear conciencia debe restablecerse en lugar de ese feudalismo sectario, partidista o nepotista que, últimamente, ha afectado seriamente la Casa Superior de Estudios, convirtiéndola en un lugar de negocios donde las maestrías o especializaciones se dispensan no por la preparación sino por la capacidad económica o la desvergüenza; lo que nos lleva a recordar, una vez más, aquello que se decía apenas iniciado el siglo XVI: "la ignorancia se ha titulado". Y hay que lamentarlo.
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