Lo que hace décadas se presentaba como una opción para encarar la mejora de la calidad de vida, de acuerdo al autor de "el otro sendero"; hoy se descubre que no es más que una faceta del economicismo de siempre y de la sofisticación en que se mueven los especuladores.
Porque detrás de los hambrientos, de los desocupados, de los que no tienen preparación profesional; están los grandes capitales; se trate de narcotraficantes, contrabandistas o piratas que son la parte principal de la economía informal y que se nutre también de paraísos fiscales, secreto bancario o libre mercado.
Es decir que, en lugar de ser una opción para la sobrevivencia, la economía informal es un rubro más de la explotación del hombre por el hombre y que se comprueba si vemos que, en todo el mundo, la corrupción sigue campeante por medio de una serie de artificios que se disfrazan de libertad, de libre mercado de capitales o, finalmente, de filantropía.
Infelizmente, en una miopía real o conveniente, varios de los gobiernos de nuestras naciones han dejado crecer este monstruo de corrupción y dependencia y ya no pueden hacerle frente porque se oponen, muchas veces sin saberlo, los que aparecen como "gremialistas" o "minoristas" o marginados que, en el caso de Bolivia, es fácil comprobar por medio de la percepción estricta en los mercados, donde se ve cómo unos cuantos hacen de "importadores" o "capitalistas" y manejan a los necesitados a su antojo, convirtiéndolos en cómplices y encubridores de sus negocios plenos de corrupción e impunidad.
La economía informal no sólo es un cáncer social por que evade sistemáticamente la legislación impositiva sino, principalmente, porque tiene como sus mejores representantes a los narcotraficantes, lavadores de dinero sucio, los contrabandistas o los mercaderes de la piratería y mientras ellos existan es mejor no hacerse ni a los socialistas ni a los moralistas; porque aparece como simple y vulgar hipocresía.
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