Hasta hace unas cuatro décadas atrás, era posible conseguir en las tiendas de Bolivia, muebles con ese tipo de madera; hoy ya no hay, por mucho que se las busque.
Ya a principios de los ochenta, en un viaje realizado a la zona de Parque Isiboro-Sécure y aledaños como Covendo, pudimos advertir que el tráfico de maderas preciosas era intenso y se estaba deforestando todo lo que contenía algo al respecto; mientras también se extendían los cultivos de hoja de coca y el tránsito y presencia de verdaderas mafias que se dedicaban al ilícito negocio era tal que había que tener cuidado porque, en determinadas épocas, gozaban de la protección del poder de la politiquería intermediaria.
Aunque para muchas personas el revuelo levantado alrededor del TIPNIS es simple protagonismo y no tiene razón de ser porque se quiere, como dice el refrán, "después del burro muerto, tranca al corral", lo lamentable es la pérdida que significa haber eliminado los recursos de las maderas preciosas y la gran dificultad de reponer esos bosques, ahora que todo es tan comercial, efímero y sujeto a las leyes del mercado. Y no sólo que la mara ya prácticamente se ha extinguido sino que otras variedades lo están haciendo; mientras nosotros nos conformamos con muebles hechos de agregados y basura, la madera sigue en el tráfico ilícito hacia fuera de nuestras fronteras y no hay entidades serias o ONGs que digan algo.
Esta extinción, es también un reto para descubrir a los intermediarios del sucio negocio y confiscarles sus fortunas ilegales por el daño que han causado y siguen causando, sean campesinos, indígenas o forasteros.
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