A propósito de la muerte del p. Gregorio Iriarte y su contribución a la lucha por los pobres, hace muy poco tiempo nos decía que su primera impresión del pueblo boliviano no era muy alentadora, después de haber llegado a Copacabana y escuchar que todos cantaban aquello de: "a vuestros pies madre llega un infeliz, cargado de angustias y de penas mil" y concluir que había que cambiar esa mentalidad de derrotismo. Casi podríamos decir que a la misma conclusión debió llegar el vasco Askargorta en su incursión en el fútbol boliviano pues lo primero que hizo es una psicoterapia de grupo para inculcarles orgullo y autosuficiencia a los jugadores y que dio resultado en nuestra clasificación al mundial de México.
Aunque muchas cosas han cambiado y también algunas percepciones y la psicología podríamos decir que continúa en pañales y, peor todavía, la psicología social, no hay duda de su importancia no únicamente para comprender a los pueblos e individuos sino también para proyectar o planificar el porvenir.
Por eso que, algunas veces, hemos recordado los intentos respecto a los proyectos nacionales, tanto en la Argentina como en el Perú, quizá porque mejor los hemos conocido pues existen otros como aquel implícito de Miguel Hernández respecto a México, si no me equivoco, y deben haber algunos más que habría que recuperarlos, principalmente, para eliminar el peligro de la dependencia que, esencialmente, se asienta en la trilogía de: dependencia-corrupción-impunidad que tanto daño hace a nuestros pueblos obligando incluso a sus autoridades a salir en defensa de los delincuentes, como se está presentando con lo acontecido en Challapata, una localidad orureña, ganada por el contrabando, el lavado de dinero y la falsificación de moneda.
La psicología social, siendo tan importante, es una de las ciencias menos atendidas por el cientificismo actual del mundo.
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