Desde que la corrupción y la impunidad se convirtieran en los pilares de la dependencia y el "libertador económico" arengara a sus conmilitones diciendo: "roben; pero den su diezmo al partido"; mucha agua ha corrido bajo los puentes y lo que hacen actualmente los explotadores del transporte público en el país no es raro ni sorprendente porque muchos de los que trabajan en ese sector no sólo que son cómplices voluntarios, las más de las veces, o involuntarios del contrabando, el tráfico de drogas o la piratería sino que algunas de sus unidades trabajan con placas "gemelas" y hasta "trillizas" de acuerdo a una conversación captada por quien escribe, en un bus y de parte de un candidato a la directiva del "gremio".
Tampoco es la única medida que hemos visto en los últimos días pues también tuvimos que lamentar la posición asumida por algunas "autoridades" de la población de Challapata, que pretendían que el gobierno les permita legalizar lo contrabandeado o robado y la actitud casi similar de pobladores de varios lugares del trópico cruceño que interfirieron la acción de la policía para perseguir a los narcotraficantes y demandaron del gobierno medidas de protección a su ilegal negocio.
Desde 1952 hemos tenido reiteradas farsas respecto a la moralización, a la transparencia, a la lucha contra el mal y, aparte de algún pobre chivo expiatorio, las cosas han seguido como siempre en una lamentable conducta de muchos bolivianos que no quieren comprender que mientras sigamos en la corrupción y la impunidad, seguiremos en el subdesarrollo y la dependencia; tal y como podemos señalar a los gobiernos civiles o militares del pasado que se contentaron con la pasividad y el sometimiento y simplemente usaron el sofisma de la moral para tapar sus negociados arteros.
Defender la delincuencia es una actitud casi insoslayable en los países dependientes y pueden hacerlo tanto desde el oficialismo como de la oposición, como si tal cosa.
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