En el colegio, cuando alguien decía una perogrullada, respondíamos en coro: ¡Oh, señor Colón! Hoy podemos hacer lo mismo cuando escuchamos que algunos organismos financieros han recomendado que, para salvar la crisis económica, se fomente el empleo; aunque, lógicamente, con sus bemoles pues no es suficiente si, paralelamente, no se toman las medidas necesarias para acabar con el sistema especulativo y avaricioso de la economía que, para peor, está en pocas manos.
Pero también la perogrullada puede extenderse a la búsqueda, de la oposición nacional, de un candidato que los salve del atolladera en que han caído; pero mientras lo busquen entre ellos mismos, van por mal camino aunque traten de hacerse a las víctimas de lo que fuere o sólo intenten encontrar la solución por al adorno.
Las soluciones parten siempre de hacer un diagnóstico lo más real posible, lo más autocrítico o de contrición, como algunos dicen para llamar la atención sobre su vanidad. Por lo tanto, hay que empezar a responder, primero, a la interrogante: ¿Por qué está ahí el que sabemos? ¿Por qué han periclitado los partidos? ¿Por qué ya no se habla de ideología?
Sólo respondiendo a estas interrogantes, y muchas otras más, podemos tener un camino más o menos certero para encontrar las soluciones pues si, contradictoriamente, el sectarismo partidista ha generado un otro sectarismo "indígena" algo debe estar mal y, nada raro, que sea que no nos animamos a sustituir la politiquería por la política, el prebendalismo por el programa de gobierno y el simple usufructo personal, familiar, sectario, por el bien común.
Aquí no se trata de elegir entre tú o yo, como están haciendo los despistados autodenominados opositores, sino más bien de ampliar no únicamente la búsqueda sino la propia mentalidad, es decir, abrir no sólo los libros de inscripción sino el cerebro.
Ojalá que nunca tengamos que repetir en coro, tanto como hasta hoy, aquello de: ¡Oh señor Colón!
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