Cuando algunas personas se desgarran las vestiduras porque en países vecinos se copian e imitan las danzas folclóricas bolivianas como los diablos, la morenada, los "tinkus", los caporales, la saya o cualquier otra; habría que ver las cosas de otra manera y evidenciar que hay una indesmentible expansión cultural que no sólo tiene que ver con estas demostraciones sino también con otras expresiones artísticas y no artísticas; incluso, pese a la presión de la mayoría de los medios de comunicación que nos atragantan con enlatados, imitaciones groseras de programas o modas a cual más disparatadas sobre esto o aquello.
Este crecimiento cultural no se limita, decíamos, a lo que se tiene como folclore sino que abarca otras áreas que, incluso, se pueden llamar paranormales. Es el caso de la cantidad de gente que está reservando un espacio en las cercanías del Lago Titicaca, en las islas del sol o de la luna, en Tiwanaku y también en otras geografías como las pampas o valles tarijeños y potosinos o el subtrópico cochabambino o las pampas orureñas, para tener un lugar privilegiado y presenciar el cambio de ciclo predicho por mayas y autóctonos para este año y en el mes de diciembre.
También podríamos mencionar la ley que considera a la tierra un organismo viviente y que ha sido aprobada recientemente y es la mejor vivencia ecologista si se aplica en toda su magnitud y significancia o la actitud de muchísimas personas que llegan al país en calidad de visitantes o misioneros y, transcurridos algunos años y experiencias,. deciden no únicamente quedarse sino elegir nuestra tierra como su morada final o tumba.
Ya lo decía Spengler, hace décadas que la cultura occidental está en decadencia y tiene que ser sustituida por otra; ¿por qué no ésta nuestra que, más todo, es mestizaje? Y, conste, que dejamos de hablar de centros de poder, de magnetismo, de sabiduría, de energía, etc.
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