Estamos listos para celebrar una tercera década de democracia que, si analizamos fríamente las cosas, no tiene dueños porque no se debe a éste o el otro sino al cambio de políticas internacionales que, en lugar de las tiranías tradicionales, optaron por la democracia de mercado que, igual, pueden controlar no únicamente por la propaganda que se usa sino también por las "inversiones" que deben hacer los candidatos o candiditos para recuperarlas en el sistema de dependencia-corrupción-impunidad impuestos desde 1952.
Si bien hay algo que festejar, hay también mucho que lamentar; desde la aparición de dueños del sistema, como algunos "indígenas", "proletarios" o simples y vulgares vivillos, hasta la usurpación de la soberanía popular que se ejerce a través de las organizaciones no gubernamentales que, sin argumento legal alguno, se han apoderado de nuestra decisión de opinar y hasta de ejercer lo que necesitamos o aspiramos.
La democracia de mercado no es pues, ni de lejos, lo mejor de este sistema de representación que, incluso, se trata de desvirtuar por impulsos centralistas o descentralizadores que esconden negras intenciones, como aquellas "autonómicas" de un reciente pasado, que no fueron sino intentos separatistas que aún continúan escondiéndose en cierto regionalismo.
Mientras la democracia esté en el mercado, que es el lugar apropiado para los gamonales, la celebración debe ser más bien austera y aclaratoria para que no se siga pensando que el pueblo no tiene memoria o que es estúpido por naturaleza.
Además, si hay libertad y soberanía efectiva, debe ser la crítica la mejor manera de festejar y no el fandango que es otro gasto de mercaderes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario