Desde antes que Churchill dijese: "en las únicas estadísticas que confío, son las que manipulo personalmente", las listas sobre esto o aquello se han hecho famosas; pero, atendiendo precisamente al ex dignatario inglés, no merecen confianza.
De ahí que cuando se publica alguna en los periódicos, lo primero que hay que ver es quién falta, para saber qué esconde. Por ejemplo, si en las listas de lavado de dinero falta el Estado cuya banca ha demostrado varias veces alimentarse casi esencialmente de esos fondos, como en la operación Irán-Contras, entonces, podemos llegar a la conclusión que los que se incluyen en la misma apenas son chivos expiatorios o anzuelos para despistar sobre el estado de las cosas.
Por lo demás, no se elaboran algunas que sí tendrían más importancia como para conocer, verbigracia, quienes son los que más acuden a los "paraísos fiscales" que, lógicamente, son los que manejan el dinero siniestro en el mundo. Y aunque algunos opinarán que precisamente por eso están donde les garantizan el anonimato; no es cierto porque, de alguna manera, se los puede identificar y, tal vez, muy fácilmente.
En todo caso, las listas sobre quienes tienen perros que ríen o que lloran, los que almuerzan opíparamente o los que se quedan con ganas; los gatos que tienen dueños ricos o los que no los tienen; las cotorras que cuentan los chistes de sus amos o las que cobran por ello; las celebridades que tienen culebras o se portan como ellas, se han hecho famosas en el mundo y no faltan quienes les dan fe.
Pero siempre conviene recordar lo que dijo el hombre del puro y la dentadura postiza.
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