Hoy se recuerda el nacimiento de una de las mejores poetizas de Bolivia con una sensibilidad estética y social realmente admirables y, en su homenaje, se ha instituido como Día de la Mujer.
Razón demás para hablar de ellas; pero no en la demagogia de querer masculinizarlas y ser iguales al hombre, porque en la diferencia está el gusto, lo atractivo, el amor; porque seguramente nadie quiere estar con un ser musculoso que se porta como macho y habla con excesiva vulgaridad; todo lo contrario.
Es que el discurso sobre los derechos se ha manchado de excesos, se ha distorsionado, se ha desviado y se aprovechan de la situación quienes no quieren, precisamente, la igualdad sino la diferencia, la discriminación, el servilismo; porque ya no resulta paradójico que en un ambiente donde tanto se habla de cambio, de derechos y otras yerbas, la mujer siga siendo un objeto del comercio; al que se presenta según las circunstancias y conveniencias, desnuda, ligeramente vestida, provocadora o con una aureola de sinvergüenza que no comparten las de su género pero que callan para que no las acusen de esclavas o cuanto se le ocurra a la demagogia.
Para respetar a la mujer hay que verla como diametralmente opuesta al hombre, sensible, delicada, es decir, femenina, que es la sustancia de la diferencia que a ella nos acerca y nos hace admirarla y amarla.
Con esta misma devoción admiramos la obra de la gran Adela Zamudio, una poetiza, en cierto modo, olvidada que, incluso, pocas mujeres conocen verdaderamente en su obra, en sus versos, en su dedicación, en su proyección como mujer, en su incitación a la igual de derechos pero no de formas ni personajes. A esos versos y esa prosa nuestro homenaje a la mujer, sin regalos, sin materialismo, sin consumismo soez.
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