viernes, 5 de octubre de 2012

ESTACIONES UNIVERSITARIAS

Es hasta cierto punto comprensible que los canales de televisión en manos de comerciantes se dediquen casi exclusivamente a la propaganda; pero que hagan lo mismo los que son propiedad de las universidades, da mucho que pensar sobre la eficiencia de esas instituciones.
Porque es ya suficiente que los medios de comunicación confundan su papel de informar, orientar y educar por el de fomentar el consumismo, dejando a la ciudadanía en general no únicamente en ayunas respecto a esos temas sino hasta en la confusión porque no sólo se confunde publicidad con propaganda sino información con la última.
Y en ese mismo papel han caído las estaciones universitarias de televisión, por lo menos, las que conocemos, sean públicas o privadas porque no hay nada que las diferencie de las comerciales. Informativos del mismo corte, programas de la misma calaña, incumplimiento de horarios, improvisación y mediocridad en la formación y uso de la lengua, por mucho que se presenten como licenciados o lo que fuere en ciencias de la comunicación; lo que es una vergüenza.
Lo peor, es que parece que también los canales universitarios alquilan sus espacios, pues no se entiende cómo puede un determinado vendedor estar ofreciendo por media hora sus productos con tanto desparpajo o tener otros programas donde, a la vista, puede verse que son simples vendedores aunque aparezcan como lo que sea.
Si es una lástima que la televisión en general -¿habrá alguna excepción?- sea un simple medio del comercio, la vulgaridad y del consumismo, ¿qué podemos decir de las estaciones universitarias que hacen lo mismo? ¿No está reflejando el fracaso académico que hace tiempo se les atribuye? Porque hasta las del exterior no son la excepción, aunque algunas personas quieran ver diferente.
Ojalá, por lo menos, los canales universitarios se recuperen algún día para la información, la orientación y la educación; porque ya basta de tanta chabacanería y falta de gusto y objetivos.
Y no es, como algunos afirman, tan simple como apagar el televisor porque el mal gusto se propaga como pandemia.

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