viernes, 31 de agosto de 2012

FALSIFICACIONES...

En un reportaje televisivo, de hace años atrás, se podía ver como en ciertas regiones de China, se podía encontrar todo tipo de artefactos, de todas las marcas y modelos que, lógicamente, no eran más que falsificaciones burdas o con algo de arte. Lo mismo se dice de otros países como la India o Pakistan.
Este tendencia de la economía de mercado, infelizmente, se está extendiendo peligrosamente en todo el mundo y, en el caso de Bolivia, no sólo se revela la existencia de aparatos electrónicos que no son legítimos sino que el uso se ha extendido a los certificados de nacimiento, las cédulas de identidad, los pasaportes, las licencia de conducir, los títulos profesionales y hasta la conservas que se venden en los diferentes mercados.
Precisamente, en estos días, el Ejecutivo ha presentado al Parlamento un proyecto de ley que sancionaría con la inmediata confiscación de bienes, cuatro delitos: el narcotráfico, el contrabando, la corrupción administrativa y la legitimación de ganancias ilícitas y aunque nos parece bien, no estaría demás incluir las falsificaciones; tanto en lo que se refiere a los falsificadores como a los que reciben beneficio a sabiendas.
Porque en el pasado inmediato al actual régimen se denunció, incluso, que "connotados abogados", no figuraban en las listas de las universidades de donde presentaban sus cartones, lo mismo que funcionarios públicos que no sabían ni definir lo que habían estudiado y hasta se dio el caso de un presidente que explicó su profesión diciendo: ¿ustedes saben lo que es Kissinger?, y ante la sorpresa e incredulidad de los periodistas, remató: pues eso mismo soy yo.
Lo peor de las falsificaciones es que atentan contra el mercado de nuestras naciones porque no únicamente que lo distorsionan sino que introducen factores que hacen inviable la competitividad interna; además, de la distorsión que significa ya el sofisma del mercado libre y la autoregulación, que han creado la actual crisis económica del mundo y que, al parecer, ya no tiene solución aunque las consecuencias, como siempre, las tengan que pagar los ciudadanos comunes.
En todo caso, bueno sería hacer un frente común ante las falsificaciones de todo, incluidas las de identidad que se están haciendo comunes por medio de la cibernética y las llamadas redes sociales.

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