Para recordar el aniversario de la independencia sin ditirambos ni "chusu" cohetillos, es mejor tratar de percibir algunas de sus características que no siempre se ponen de manifiesto: una de ellas y la más actual, se refiere, lógicamente, a la raíz plurinacional del actual Estado y la negativa oficialista de incluir al mestizo dentro del censo a efectuarse próximamente; claro, se puede explicarse por la confusión de algunos, y el servilismo de otros al neoliberalismo etnocéntrico y etnicida que comentaremos en otra oportunidad.
Otra de las cuestiones a la que muchos historiógrafos se refieren sin aclarar el tema, es al papel que han jugado en la gestación y mantenimiento del Estado las llamadas "élites", que no han sido tales sino más bien logias bien identificables y a las que, incluso, se atribuye militancia de algunos independentistas.
Otra de las contradicciones claras y patéticas es la división entre economía pública y privada, a las que no sólo se las hace opuestas sino enemigas; cuando la realidad debe percibir que ambas son estatales, es decir, asentadas en determinado territorio, compuestas por cierta población y sujetas a determinadas leyes, que es lo que corresponde a la concepción real de lo que es el Estado que no hay que confundir con Gobierno.
Quizá la contradicción más lamentable que todavía persiste es la que se da entre el campesino y el habitante de la ciudad; que no sólo empieza por la calificación de ciudadanía, como si no existiera el agro, sino que se exacerba en la percepción, sofisticación y práctica del habitante común, que sigue rigiéndose por una serie de prejuicios que hacen diferente a uno del otro, con total detrimento del primero y una indeterminación social y hasta psicológica del segundo.
Lo mismo hay que decir de la cultura; la misma que se confunde en una serie de curiosidades, por decir lo menos, y que hacen impensable poder atribuirles el sumun de tal desarrollo a los habitantes del campo, en clara contradicción con los de la ciudad, que no logran incorporarse en la civilización misma y arrastran creencias y hasta supersticiones ancestrales; aunque el panorama ha cambiado un poco, merced al crecimiento de la práctica del folclore en sus diferentes ramas; todavía hay algunos que creen que la cultura se refiere más bien a escuchar a Mozart que la música autóctona del altiplano, que es una veta inacabable de muy buena melodía y riqueza de pentagrama.
Todas estas contradicciones y muchas más, no han impedido que se consolide al Estado boliviano; de origen plurinacional; pero no discriminatoriamente "indígena-originario" o etnocentrista y neoliberal; y que abren un muy buen abanico de posibilidades de crecimiento si no caemos en los sofismas de la politiquería y la dominación mundial y que se sostienen en la tozudez de mantenernos en la colonia, en la estrategia del divide y vencerás y en la perspectiva de la necesidad de algún "gran hermano" salvador y protector.
Si salvamos estas contradicciones haremos mucho más que mil batallas porque, como dice la consigna nacional: La unión hace la fuerza. Viva la Patria.
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