sábado, 25 de agosto de 2012

POR LAS RAMAS

En un mundo caracterizado por la manipulación casi, casi, en todo, no es raro que, generalmente, la gente vaya por las ramas y no busque lo esencial de las cosas.
Esta tendencia de la incapacidad de ver la realidad tal como es, y que creíamos exclusividad de eso que se apunta como oposición, resulta que se está contagiando a otros sectores de la población que quieren conseguir ventajas sectarias en lugar de perseguir el bien común.
Lo mismo entre los propietarios de los medios de comunicación que reaccionan desgarrándose las vestiduras después de distorsionar ciertas declaraciones, hasta los que exigen el cumplimiento de compromisos en contra de la ley, como los cocaleros del Parque Isiboro Sécure, hay un abanico no sólo interesante sino hasta anecdótico que puede llenar páginas enteras de quien quiera recopilarlas.
En el caso de algunos medios de comunicación, por ejemplo, no se puede tapar el sol con un dedo y salir con que no se distorsionó el discurso del presidente en Tiwanaku o tratando de forzar las palabras para acomodarlas al desaguisado. No hay que olvidar que la socorrida Ley de Imprenta, a que aluden cada vez que les conviene aunque no la entienden, no busca la impunidad de los periodistas o intervinientes en la información sino la protección del ciudadano común o de las autoridades que, por su cargo, pueden ser objeto de difamación o calumnia. Y a propósito de ese instrumento jurídico tampoco hay que olvidar que no sólo se refiere a la imprenta en sí misma sino a todos los medios en general pudiendo, incluso, extenderse al uso del Internet de acuerdo a su redacción y concepción.
Lo lamentable es, sin embargo, la tendencia a ir por las ramas, tomar el rábano por las hojas o imitar el espíritu alcornoqueño del Sancho sanchizado; que no es lo más conveniente ni para la democracia o el estado de derecho.
Ojalá las cosas pudieran volver a su cauce y preocuparnos de lo realmente importante, de lo trascendental, lo estructural. Eso sí sería bueno.

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