¿A qué o a quién sirve la comunicación en el mundo? Pues al comercio, es decir, al mercado; desde los programas de información o desinformación hasta los "culturales" están llenos de propaganda y ni qué decir de los frívolos, entendiendo como tales las revistas, las variedades, los espacios "deportivos", la farándula, el chisme, los de "análisis político" y un gran etcétera porque lo que más se aprende, especialmente en la radio y la televisión es a decir; "una pausa y volvemos"; la pausa, lógicamente, es para desenredar todo un complejo propagandístico que abarca desde lo subliminal hasta lo chabacano.
Casi en ningún programa se hace fomento de nada, de ni de arte, deporte, ciencia, tecnología o información, lo único que se vulgariza es lo soez, aunque resulte redundancia. Especialmente la televisión, que es donde se concentra la mayor tecnología, no tiene otro fin que vender; desde los canales estrictamente comerciales hasta aquellos que se dicen "universitarios".
Hay pues una urgente necesidad de reestructurar la comunicación, desde el uso del lenguaje, cada vez más distorsionado y mal hablado o escrito, hasta las políticas de información, difusión y extensión y hay que hacerlo sin sofismas de libertad de expresión, pluralidad u otras excusas que, hasta ahora, sólo han servido precisamente para mantener la censura y la información secuestrada. Y si no, consúltese lo acontecido através de décadas de la existencia de organismos que, en realidad, no tienen nada que ver con derechos.
Y hacerlo no debe significar, tampoco, el uso monopólico de los medios o el sectarismo noticioso porque, generalmente, se acude al prejuicio como forma de desinformación y distorsión; que es lo que hacen muchos organismos que asocian a los propietarios de los medios o a los instrumentos de la manipulación. Un ejemplo actual lo tenemos en Bolivia, donde la distorsión se hace a placer y gusto de quien quiera; lo que ha dado lugar a la amenaza del Gobierno de actuar penalmente contra una agencia de noticias por una "interpretación malintencionada" que es evidente y que, ahora, se toma por otros como atentado contra la "libertad de expresión", en otro evidente prejuicio y excusa.
Lo más actual y urgente por hacer, ahora que supuestamente vivimos la era de las comunicaciones, por mucho que nos encontremos cada vez más aislados, es reestructurar la comunicación, devolverle el crédito necesario, la ansiada objetividad, la olvidada imparcialidad y no sólo debe abarcar los medios tradicionales como la radio, la prensa y la televisión sino, especialmente, los otros que han surgido a consecuencia de la tecnología, como las llamadas redes sociales que más parecen siniestras conexiones con la calumnia, la difamación, el chisme vulgar y silvestre y pocas veces se acerca a lo que realmente quiere el ciudadano común: la verdad, la cultura, la información.
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