Supuestamente, vivimos la era de la razón; al menos eso es lo que nos han dicho desde que la revelación fue arrinconada en nombre del progreso. Pero, la verdad, es que, más bien, vivimos en la era del prejuicio. Y no sólo hay que referirse a aquellos que dan pábulo a la discriminación y el racismo sino también a la desinformaciónn y la distorsión de la historia.
Mundialmente, ¿las razones que se atribuyen al desencadenamiento de las guerras llamadas mundiales, son efectivamente esas?, ¿las que se usaron para la Triple Alianza, también?, ¿efectivamente, el hombre conquistado por los españoles no tiene alma?, ¿o los conquistadores fueron unos bárbaros enfrentados a civilizaciones adelantadas? En lo interno, ¿es un juicio o un prejuicio que la propia presidenta del Colegio de Abogados diga que las instancias judiciales deben rechazar el proceso instaurado en contra de cierta agencia de información?
Así está el mundo; mientras tanto, casi nos encontramos enfrentados los bolivianos porque no se ha incluido el término mestizo en la boleta censal, que corresponde a la realidad, y se agitan banderas de naciones que dejaron de ser, incluso, antes del Incario, como la de los quéchuas o aymaras; en un franco impulso etnicista y etnicida francamente neoliberal.
Es decir, más que juicio tenemos prejuicios y si tendríamos que mencionar otros más, ahí están los ejemplos de la invasión de Iraq o la que se prepara contra Irán o Siria; son todos prejuicios, como también los que se esgrimen contra Assange, para citar algún otro personal.
Esta es la "era de la razón" que, infelizmente, no sólo se traduce en la historia y la manipulación de los medios de información sino que también llega a la literatura y hasta el arte.
Y con todo este bagaje pretendemos enfrentarnos a la realidad y, curiosamente, hasta una probable invasión alienígena que, racionalmente (¿?) se descarta. ¡Qué torre de Babel!
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