lunes, 20 de agosto de 2012

AFANES BÉLICOS

Una institución boliviana acaba de denunciar que Chile tiene "nuevos planes" de guerra y está readecuando sus fuerzas armadas y, ante la eventualidad, pide el pronunciamiento de los demás páises latinoamericanos.
En verdad que los planes no son nada nuevos, están diseñados desde hace décadas y contemplan la "continentalización" de su territorio que no tiene perspectiva en el futuro pues no sólo que los conflictos económicos o sociales pueden amenazar ese país sino, principalmente, los fenómenos telúricos que pueden acabar su existencia; por eso es que sus gobernantes han elegido hacerse simples emisarios de otros intereses y han actuado siempre a la sombra del imperialismo británico o norteamericano.
Hoy la situación no es diferente y ante las necesidades del Norte, no es que está armándose sino que lo están rearmando por la necesidad de una serie de contingencias geopolíticas. Lo que no quieren darse cuenta los gobernantes de La Moneda, es que las condiciones han cambiado y ya no estamos ante un tratado de defensa recíproca que se echó al olvido, como el TIAR, en ocasión de la guerra de Las Malvinas, sino en la presencia de nuevos organismos de integración que pueden reaccionar al unísono.
En todo caso, el peligro permanente que significa Chile para Bolivia no siempre se ha destapado oportunamente ni se ha considerado en toda su magnitud, porque los intereses de varias logias se impusieron al interés nacional por lo que no reaccionamos, por ejemplo, convenientemente ante la invasión silenciosa de la economía ligada al Mapocho en Santa Cruz y que no estuvo ni ausente ni indiferente ante la conspiración separatista que sorprendió a muchos regionalistas en su buena fe.
Tampoco se ha querido escuchar cuando políticos bolivianos hicieron públicas sus denuncias de los planes chilenos para su penetración y, en su caso, invasión a Bolivia con la colaboración de personas y regímenes que respondían más a los intereses norteamericanos que latinoamericanos y patrióticos y donde perdimos una serie de condiciones que pudieron darnos una salida soberana al Pacífico si se actuaba razonablemente.
Aunque ciertas condiciones han cambiado, la verdad es que no en relación a los planes bélicos chilenos, que se asientan en el servicio a los propios programas o a la intermediación de otros en detrimento de Bolivia o del subcontinente y las cosas hay que tomarlas de ese modo, por muchos aires de integración que se quieran impulsar y a los que Chile nunca se ha adherido por las imposiciones de su oligarquía sirviente a la hegemonía externa.

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