Cuando la politiquería mezcla las cosas, es fácil perderse y no sólo meter las de andar sino distorsionar absolutamente los principios, los valores, las ideologías.
Lo que ha sucedido con Doria Medina y su insidiosa afirmación respecto a Morales, es un ejemplo patético puesto que hasta sus seguidores tienen profundas observaciones a sus palabras y se mesan los cabellos. En lugar de tratar de dar lecciones de moral, las ha recibido de todos los frentes, aunque hay algunos pocos que creen que no pasó nada; tal es el desgaste de la "clase política" que todavía colea y tiende a contagiarse en ambos lados del espectro.
Pero la cuestión no sólo atañe al propio empresario que hizo su agosto, o al menos lo intentó, con la política de "privatización" sino que se extiende a algunos articulistas o "analistas" que afirman, veribigracia, que el deseo del Primer Mandatario de ver una FFAA con ideología, es un absurdo porque confunden política con partido, como no saben diferenciar entre Estado y gobierno. Y es que es, precisamente, la falta de actividad en la política de los bolivianos en general, que nos ha hecho caer en el partidismo que vive únicamente del reparto de la burocracia en tiempos de tiranía como de democracia.
Pero una cosa es sospechar, es decir, barruntar algo que podría estar sucediendo; a lanzar una insidia, una calumnia, una difamación y, todavía, pedir que se investigue; ¿si no tiene las pruebas el acusador cómo va a juzgar el Ministerio Público o la propia ciudadanía? ¿Por qué recoger una obligación ajena? Y aunque la cuestión fuera cierta, ¿En qué afecta la política nacional o internacional? Porque no sólo en el ámbito interno sino también internacional, las relaciones amorosas o sexuales de las que son protagonistas los que generan noticias, no son excepcionales y, es más, hasta se podría decir que son corrientes; porque nunca la politiquería ha tenido moral ni ha tratado de ser ética.
Es que una cosa es ser, incluso, politiquero y otra, muy diferente, convertirse en trota conventos, por no decir la palabra vulgar que representa la impertinencia y la curiosidad morbosa por la vida ajena.
Y, curiosamente, aunque no se quiera aceptar, algunos mandatarios latinoamericanos son admirados, precisamente, por sus proezas sexuales o amatorias y hasta se ha visto algunos que han generado la leyenda sólo teórica o platónicamente; porque aunque no faltan los que se desgarran las vestiduras por lo que no pueden ellos mismos, hay más de los que creen en Don Juan.
Habría que hacer uso del dicho aquel que exige poner el cerebro en funcionamiento, antes de la lengua en movimiento; pero es como clamar en el desierto, como pedir peras al olmo, porque la politiquería no necesita seguir aportando pruebas de su estulticia ni seguir cavando su propia fosa.
Lo malo es que en algunos persiste la idea de adquirir formas de pensamiento o comportamiento de la politiquería; tanto en lo que se conoce, ¿o desconoce?, como derecha como por la izquierda; en una competencia que nadie sabe todavía cuál es peor.
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