Uno de los temas pendientes en América Latina y el mundo, es el de la historia y los historiadores porque, hasta el momento, son más las sombras que las luces. Bastaría hacer una ligera referencia a importante hechos que esa misma historia nos refiere, para comprobar que fueron manipulados cínicamente por los vencedores y los escritores que se cobijaban bajo ellos. Sólo después de mucho tiempo y con el aporte de "aficionados", es posible reproducir lo que realmente pasó a lo largo y lo ancho del planeta, es decir, recién se conoce la verdad, circunstancias y actores.
Es lo que pasó con la revolución francesa, la rusa, la mexicana, la boliviana, la guerra de la Triple Alianza, las permanentes intervenciones, armadas o indirectas, de Estados Unidos al sur del río Bravo, para sólo citar algunos ejemplos más o menos relevantes. Es este desconocimiento de la historia cronológica del planeta y su correspondiente interpretación, lo que, en cierto modo, nos mantiene no únicamente en la ignorancia sino en la explotación por el materialismo avaro: Se ha distorsionado lo que ocurrió con la llamada primera guerra mundial como con la segunda y se sigue haciendo con esas traicioneras invasiones a países del África, Europa o Sud América; como se sigue practicando el coloniaje lingüístico, que no sólo se basa en la supuesta necesidad de la lengua universal sino en las distorsiones mercantiles que se introducen para hacer compradores esclavos, por medio de la creación de una terminología que no tiene otro objetivo que hacer comprar o lo que actualmente se llama el "neuromarketing" que, igual que muchos sonidos y mensajes subliminales, llega directamente al cerebro, evitando la conciencia o el superyo.
Por eso es que escuchar hablar a historiadores o comunicadores sociales, de acuerdo a ese tipo de colonialismo, lleva no sólo a la frustración sino a la lástima; porque no recogen la realidad y ser ciego dentro de este cotidiano quehacer es el riesgo más grande que actualmente se tiene y en el que incurren muchos millones de habitantes del planeta. La fórmula para evitar este estado es tan vieja como conocida: "conócete a ti mismo", porque sólo conociéndonos a nosotros mismos podemos tener los parámetros suficientes para juzgar lo externo, la realidad, sin caer en el engaño, la trampa de la "información" que más que conocimiento produce esclavos.
Los creadores de la mistificación, no la mitificación, son varios y han existido siempre aunque la historia tampoco recoge mayor información sobre ella y así como tenemos evangelios apócrifos, tenemos también textos de historia de la misma calidad porque más que interpretar la historia y darnos sus conclusiones nos hacen creer lo inventado.
Y, curiosamente, la historia debiera ser una de las ramas del conocimiento con mayores estudiantes porque sólo conociendo el pasado podemos enfrentar el presente y proyectar el futuro.
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