martes, 31 de julio de 2012

LAS TRANSNACIONALES DE .....

Como no podía ser de otra manera, también existen transnacionales en el deporte o las artes que no aceptan la regulación, en su materia, de los gobiernos o los pueblos locales. Es lo que ocurre tanto en el fútbol, que tiene la prohibición expresa de acudir a los tribunales de justicia ordinarios o, casi lo mismo, en el caso de las artes donde el fallo de cualquier tribunal se considera inapelable y no hay dónde acudir por mucho que la injusticia sea evidente y se excuse en que las reglas del gusto son imponderables y caprichosas.
Sin embargo, estas prácticas fomentan la corrupción y es un hecho que se esconden muchas prácticas inmorales en estas acciones y ya es mucho lo que se sospecha en cuanto a dirigentes e instituciones sin que, empero, se pueda hacer nada porque, inmediatamente, surge la amenaza de la expulsión o las sanciones. En el caso de Bolivia, se acepta hasta con cinismo que los atletas asistentes a Londres tengan apenas un viático insuficiente, mientras los dirigentes gozan de todas las consideraciones y los gastos dispendiosos bien pagados, so pretexto de asignaciones por el comité olímpico internacional y, en caso de tomar algunas acciones, se levanta, como es lógico, la amenaza de las sanciones internacionales para mantener incólume el sistema desvergonzado.
También en las artes hemos comprobado cómo algunas obras menores se alzan con los premios mayores y al revés; por eso es que para muchos espectadores, algunos de esos premios internacionales ya no constituyen el anzuelo para asistir a sus exhibiciones y, por el contrario, son la alerta para no hacerlo. Como si fuera poco, esta práctica se ha extendido hasta a las variedades, donde se convoca a una serie de festivales, concursos, etc., donde la calificación está de acuerdo a los caprichos, improvisación o gusto de los jueces, llamados también arbitrariamente por los convocantes; ejemplos los vemos todos los días en la televisión.
Pero el problema real no está tanto en la arbitrariedad sino que se va fomentando una suerte de inversión de valores, donde lo menos formal, artístico o estilístico se va distorsionando, dando paso a subculturas que irrumpen comercialmente y con un fuerte sabor a impostura. La música, especialmente, está siendo víctima de esta irrupción negativa y, sus consecuencias, se dejan percibir en la juventud o la niñez, en franco detrimento del gusto o la habilidad artística; como si los juegos electrónicos se hicieran olímpicos y nada raro que suceda; tal como se manejan mercantilmente las cosas por estas transnacionales de la irracionalidad y el mal gusto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario