Buenos son los insultos. Esta parece la lógica en que se mueve la denominada oposición pues, aparte de ridiculizar al primer mandatario, sus ministros o seguidores, no tienen discurso real de oposición programática o ideológica; se les vacío el cerebro si es que alguna vez lo tuvieron lleno de algo.
Lo malo no es que uno salga en defensa de determinado régimen o persona sino que lo que se compromete es la democracia misma, el sistema de participación, el debate y la búsqueda del bien común y hasta la racionalidad y el sentido común.
Es fácil hallar excusas para tildar de lo que sea a quien sea; pero es difícil entablar un diálogo, un debate, cuando no se tienen ideas o, lo que es peor, cuando la ignorancia que se critica en unos es precisamente lo que se demuestra con la denostación, la difamación; mientras los graves problema del pueblo pasan sin siquiera ser vistos o analizados.
Así como se dice que hay que exigir que el oficialismo muestre capacidad y oportunidad; lo mismo hay que hacer con la oposición y ver si, de este modo, llegamos a reconducir la conducta de la "política" para hacerla verdaderamente ciencia y arte de gobierno.
Es triste ver que "líderes", "cabezas" o cualquier personaje menor de la politiquería acuda al insulto, al denuesto, a la caricatura, cuando lo que todos necesitamos es compromiso con todos, con el bien colectivo, con la democracia y no basta, o más bien sobra, aparecer en la radio, la televisión o los diarios haciendo gala de ramplonería de la mente y del corazón.
En, fin de cuentas, la crisis mayor del pueblo boliviano es no únicamente la falta de un identidad bien definida, que no se manipule a gusto y sabor de ajenos, sino la ausencia de ideas, de ideologías, de programas para salvar tanto la economía como la sociedad y, con ellas, la política en su más amplia expresión.
Hace algunos años atrás, en una suerte de desfile identificativo, los miembros de la "clase política" acudían a las oficinas de la Embajada de EEUU a mostrar su servilismo, su "identidad" con el avariento Tío Sam, su disposición y su alma de esclavo y todavía hoy quedan resabios de esa alienación a la dependencia, al colonialismo. No quisieron entender entonces que estaban mostrando sus peores defectos y ninguna virtud; hoy sucede lo mismo con cada uno de los opositores que lanza cualquier cosa en contra, no del oficialismo o alguna persona sino de la democracia, del ambiente de racionalidad, de sentido común y de identidad con el pueblo. Mientras sigan así, como sirvientes de cualquier amo, las cosas están perdidas y seguirán acudiendo al insulto porque sus mentes no producen más que eso.
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