lunes, 23 de julio de 2012

POBRE FÚTBOL

El fútbol, boliviano, si es que se puede hablar de él, está pasando una etapa plena de crisis que, la mayor parte de las veces, se la desvía hacia otros objetivos menos importantes a la hora de encontrar soluciones a esa práctica deportiva o ya no tan deportiva
En las actuales eliminatorias el papel de la selección ha dejado más frustraciones que esperanzas y hace alrededor de una semana que, ante la renuncia del DT, se ha dispuesto una nueva contratación que, pese a las apuestas que se hicieron correr, tenía que recaer en el Vasco Askargorta porque no se trata de salvar la imagen de la selección o de los jugadores sino de los dirigentes; los que no quieren asumir las graves culpas que tienen en el manejo excesivamente comercial de esta práctica profesional que se ha convertido en una suerte de negocio de negros o de esclavos por una serie de aspectos que seguramente algún día se podrán aclarar para saber cómo algunos de los que dirigen la federación o la liga, aparecen con ubicaciones privilegiadas en varias actividades. No hay que olvidar que hace tiempo que esta disciplina está bajo fuerte sospecha de corrupción en todo el mundo y hasta sus más encumbrados dirigentes deben responder por una variedad de cuestionamientos.
En el caso boliviano, no es pues cuestión de salvar el fútbol de su mediocridad o baja calidad ni de reorientar la clasificación al mundial sino de salvar a los dirigentes que, hace tiempo, incluso hicieron promesa de irse por las graves acusaciones que nunca pudieron negar.
Lo malo es que el técnico vasco se haya prestado a este juego por su gran simpatía con el pueblo boliviano pero como no es mago ni prestidigitador hay que ir estableciendo bien las cosas porque, nada raro, que los verdaderos culpables de la situación actual del fútbol, quieran cargarle a él las frustraciones por venir y que no dependen de medidas salvadoras sino de una concienzuda limpieza en todos los niveles de esa práctica antes deportiva y ahora más comercial que otra cosa; incluyendo las llamadas "barras bravas"  y "comentaristas" que, muchas veces, actúan como grupos de choque para defender no el deporte sino el comercio y, con él, a los comerciantes.
Como en muchas otras cosas de la realidad nacional, se está desviando la atención sobre los verdaderos problemas en un intento por seguir en la impunidad del negocio que antes lo ejecutaban los negreros. Hay que poner los puntos sobre las íes para que no sigan los mismos sinvergüenzas y culpables de las frustraciones colectivas y de la distorsión de la práctica deportiva del fútbol nacional.

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