Ayer hablábamos sobre los males que pueden causar tendencias como el "lechinismo" o el "moyanismo" en los sindicatos que, de este modo, distorsionan su esencia gremial y representativa y se convierten en feudos explotables y, curiosamente, "socialistas" o hasta "marxistas" o "trotskistas". Es lo que sucede hace décadas en Bolivia donde, por ejemplo, el magisterio se ha convertido en un feudo de explotación económica para marxistas y trotskistas que se adueñaron de la representación sindical de ese sector, gracias a que en las elecciones no concurren la totalidad o mayoría de los docentes, porque no confían en el sindicalismo o porque están hartos de tanta desvergüenza, aunque con un efecto contrario al que la indiferencia debiera provocar.
Pero esta tendencia se ha convertido en algo crónico en el sindicalismo boliviano y, tal vez, latinoamericano pues se da también entre los fabriles, los mineros o los "indígenas" donde han aparecido como sus representantes personas ligadas al tráfico de madera, de espacios turísticos, de cueros de lagarto y hasta al trámite de casas de juego, que es el caso patético del conflicto artificial creado por un supuesto TIPNIS.
Hay pues una tiranía sindical que hay que condenar mucho más todavía que lo que se le atribuye al cualquier régimen elegido en las urnas porque, generalmente, las elecciones de sindicatos son casi todas amañadas y sin la intervención de veedores o terceros imparciales porque se realizan de acuerdo al "centralismo democrático" que es una burla cruel de la democracia y el sistema de participación en las urnas y se parece más al que usan los norteamericano para la elección de su presidente, aunque más discutible porque ni siquiera tienen el nombre de compromisarios.
Hay una tiranía sindical encubierta con ropajes socialistas y democráticos que es preciso denunciar y revelar porque se está haciendo parte del sistema de corrupción que tanto se critica, paradógicamente, en esos mismos sindicatos. Lo curioso es que se practica en nombre de la democracia cuando lo cierto es que se la desvirtúa completamente porque, a veces, los dirigentes no son ya trabajadores o no viven en el sector que representan, como es el caso de algunos "indígenas" de nuevo cuño o loteadores que se han dedicado al negocio de la invasión de territorios privados o públicos para su comercialización.
La tiranía es un mal que se está extendiendo en el mundo y no hay que confundirla con la dictadura porque la última puede ser, incluso, legal o legítima, mientras la primera nunca es tal y tampoco puede ser ni legítima ni moral.
Y que sea parte de la politiquería que repite estos episodios en su dinámica tampoco es excusa alguna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario