Algunos sectores de la población, o más bien sus dirigentes, se están acostumbrando a actuar con más prepotencia que racionalidad. No otra cosa significa que anuncien la toma de esto o lo otro, amenacen con ríos de sangre o se den a la tarea de bloquear calles o caminos y generar violencia por doquier. Habría que hacer una investigación somera sobre el asunto para conocer si son disposiciones psíquicas patológicas o compromisos sectarios que los están afectando; porque no sólo ponen en riesgo la institucionalidad nacional sino la propia democracia sobre la que se dice tanto pero se hace tan poco.
Empezando por el alcalde del Cercado de Cochabamba, terminando en los dirigentes "indígenas" u "opositores" hay una variedad impresionante de personas que quieren, intentan o, finalmente, ejecutan labores de franco sabotaje contra lo mismo que dicen defender: el estado de derecho. Tanto la toma de yacimientos mineros como la de parqueos públicos en exclusividad es un atentado contra las leyes y, lo peor, se hace con prepotencia, con impunidad, que resultan manifiestas por las palabras o las posiciones que se asumen.
No es tanto que lo haga un renegado del charango y el poncho o un crónico dirigente de tal o cual sector sino que se repita con frecuencia una actitud subvertora, ilegal, prepotente, ante la pasividad de personas e instituciones que sí se adecuan al estado de derecho; tal vez exageradamente incluso porque habría que actuar también en contra de estos subvertores cotidianos, tengan o no autoridad así sea prestada.
Se ha perdido la racionalidad, la inteligencia, el sentido común; porque no es posible excusar que un alcalde provincial viole las propias disposiciones que promulgó y mienta sobre las reales intenciones de tales medidas; porque, al parecer, no se trata de regular el tránsito en la ciudad de Cochabamba sino, simplemente, de recaudar dinero por el estacionamiento y las infracciones aunque reservándose el derecho de violar todo a capricho. Y, como él, hay otros que hacen lo mismo, aunque habría que disculparlos porque, aparentemente, no tienen la suficiente instrucción como para ser miembros de la denominada civilización.
Pero es esta pérdida, precisamente, del sentido común, de la decencia, de la inteligencia lo más preocupante porque, aparte de imitarse, nos conduce a un estado de antinomia que no es lo mejor no únicamente para vivir en estado de derecho sino para utilizar un sistema de gobierno de coparticipación y compromiso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario