Por una serie de factores, entre los que hay que contar el descuido o estulticia en la asamblea constituyente, donde se entrometieron organismos ajenos a la realidad y el interés nacional, estamos viviendo una época signada por acontecimientos que podríamos calificar como acomodos o reacomodos. En el primer caso, podemos citar el oportunismo de personas y sectores que desean hacer lo mismo que el actual Presidente de Bolivia, ocupar el Palacio Quemado, y para ello no muestran sino un acomodo a circunstancias que se van dando o crean a expensas de falsos motivos; uno de ellos la cuestión del TIPNIS donde no únicamente cuenta la ocasión de hacerse capitalista sino también monopolizador, aunque los negocios se los haga en nombre de pueblos a los que se ha abandonado por décadas o siglos.
Entre los reacomodos está el del separatismo que, una vez más, usa como excusa la autonomía tanto para esquivar el peso de la ley como para seguir sirviendo los intereses extranacionales que dieron pie al anterior intento con mercenarios incluidos y fuerte financiamiento.
Pero no sólo se pueden percibir esos acomodos y reacomodos sino también aquellos que se planifican fuera de nuestras fronteras y responden a los intereses del imperio del norte; por eso es que siguen apareciendo ambientalistas, ecologistas, autonomistas, defensores de derechos y otras yerbas que habría que entrecomillar pues no son tales. Tareas que se están jugando tanto en el país como en los vecinos y los llamados contestarios a la dependencia en base a la corrupción y la impunidad; que va desde la venta de árboles de nuestros parques hasta el funcionamiento de casinos, la trata de blancas, el narcotráfico o el de armas, que son los negocios donde tradicionalmente la hegemonía encuentra los fondos necesarios para no cargar su presupuesto oficial como ocurrió con la operación Irán-Contras.
Dentro de esta agonía imperial que da sus últimos pataleos, la ambición que el modelo liberal ha despertado entre nuestros "indígenas" y la ausencia de una oposición política al actual oficialismo, hay todo un abanico donde el pueblo es la víctima, el que sufre y hasta el que pone la sangre; no siempre corriendo por las calles sino goteando profusamente por medio de la inseguridad que soportan las ciudades y también el campo. Y, como es lógico, hay oportunistas que quieren hacer coro a la estupidez y se dan modos para aparecer en las pantallas, los espacios radiales o las páginas de los diarios como si fueran los genios del momento, los defensores a ultranza de esto o lo otro con gran contento de los dueños de los medios porque hasta la controversia, por decir algo, se ha trasladado a la propaganda y hay cada Goebels en uno u otro sector que aunque no causa miedo pero sí desencadena la carcajada franca.
Pero no hay que reír tanto con lo que nos pasa porque, como decimos, entre tanto va y viene, violencia de una y otra parte, intransigencia y estulticia, está el pueblo, el Estado, la patria con una impotencia cada vez más creciente porque hasta el sentido común está abandonando a algunas personas e instituciones.
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