lunes, 31 de octubre de 2011

MERCADO ELECTORAL

Que la democracia se había convertido en un apéndice más del vulgar mercado, lo sabíamos desde la elección de Kennedy en EEUU; pero que cínicamente se presentara como una subasta entre quienes pueden dar más o menos, nos lo acaba de confirmar lo que sucedió en Colombia; donde no sólo que los votos, no todos felizmente, se pagaron sino que la ciudadanía entró en el juego; aunque algunos salieron trasquilados pues les pagaron con moneda falsa. Tan falsa como la democracia que se dice ejercitar.
Pero esta es la realidad de la "modernidad" en la tierra, donde el que no le rinde culto al materialismo pasa de antidemócrata, idiota o lo que fuere, de acuerdo a las interpretaciones que le dan "analistas" y otras yerbas que vinieron junto con el mercado y que nos recuerdan cómo los candidatos de la extinta UDP mostraban cínicamente sus tocones de dinero con los que arribaban a hacer campaña y que, en su momento, nadie se animaba a criticar porque corría el riesgo de ser tildado de simpatizante de las tiranías militares que, sufragio mediante, se disculparon después con el beneplácito y "consenso" de los demócratas despilfarradores y que le procuraron al pueblo boliviano una hiperinflación que hubo que pagar con muertos, heridos y, lo que es peor, con más pobreza y dependencia.
Es que hay todavía quienes creen en el "mercado democrático" y poco se preocupan de presentar ideas, ideologías o programas y se circunscriben a hacer de la majadería oposición; cuando lo que debieran hacer es descubrir cómo este mercado de la democracia está influyendo negativamente en el pueblo, en sus aspiraciones y reivindicaciones porque no conduce sino a la frustración y al fortalecimiento de ese "espíritu de esclavo" que muestran los que siguen las ideas de prófugos en Miami u otras ciudades norteamericanas o quieren que la dependencia vuelva con el Embajador en Palacio Quemado.
Dentro de las muchas cosas que hay que rescatar está la propia democracia que cada vez se pervierte más en las leyes del mercado que se imponen por sobre el bien común y la claridad ideológica y conceptual de dirigentes y dirigidos.

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