Una de las peores cosas que tiene la estulticia, es su capacidad de propagación que no discrimina ricos de pobres, ignorantes de ilustrados o informados y desinformados. Porque es, a veces, tan sutil que uno queda como Pilatos o tan cínica como la televisión mundial o la historia oficial.
Por eso es que nos oponemos a todo; sin considerar aspectos positivos o negativos y llevados simplemente por las tendencias de los medios de comunicación; lo que ayer fue una hazaña hoy puede ser banditismo; lo que antes de ayer se apoyaba mañana puede ser execrable; si antes estuvo arriba bien puede estar abajo.
Desde este punto de vista no hay que creer en elecciones, peor todavía cuando se trata de elegir aquellos que mantienen invariable el sistema de dependencia-corrupción e impunidad, es decir, ese poder llamado Judicial; tampoco hay que creer en el crecimiento y no sólo hay que oponerse a los caminos sino que hay que seguir condenando a la marginalidad a los pueblos pequeños y echar echar pestes contra el indio, aunque sepamos que ancestralmente no podemos desligarnos de él y, en lugar de avergonzarnos, debiera enorgullecernos si nos atenemos a la historia real de la humanidad y la tierra.
Ni el deporte se salva de la estupidez porque quienes atizan el fútbol comercial un día, al día siguiente están en contra porque nadie gana; sin ver que la cuestión no está en los jugadores sino entre los que dirigen el comercio a nivel mundial y local y que han desvirtuado el ejercicio muscular para convertirlo en sujeto de la bolsa a la que adoran esos mismos dirigentes, los "comentaristas" y los que nos quieren llenar de sueños y nos regalan pesadillas.
La estulticia es culpable de muchos delitos cometidos por tiranos como por gente común, por quienes se dicen líderes y quienes los siguen, por los que actúan inconscientemente como los alevosos. Sólo cuando identifiquemos bien la estulticia y sepamos evitarla, podremos decir que algo está cambiando y podemos esperar frutos enriquecidos; mientras tanto no nos queda sino sufrir la estulticia especialmente de quienes se definen como políticos y no pasan de ser simples militantes no de la "clase política" sino de la estulticia vulgar y silvestre.
Si quiere ver o leer sobre la estulticia no hay más que encender la televisión, la radio o leer los diarios que, con dignísimas excepciones, son parte de lo que comentamos y tienen actores y presentadores que se disputan cada día, cada hora, cada minuto el Oscar de la estulticia que alguien debiera conceder ante tantos aspirantes.
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