Cada vez que algunos quieren interpretar las palabras a su capricho, hay que recordar la Torre de Babel para admitir que el lenguaje puede ser también disociador. Porque a algunos majaderos ahora se les ocurre decir que la palabrita introducida en la ley "corta" respecto a la intangibilidad; no quiere decir eso sino otra cosa que se interpreta al más caprichoso capricho, la redundancia es necesaria.
Incluso, otros dicen que sólo es intangible para "megaproyectos" y la pregunta es lógica: ¿Por qué entonces oponerse a un camino que no es ningún megaproyecto? Pero las interpretaciones pueden abundar de uno y otro lado haciendo eso que nos preocupa: La Torre de Babel, donde ya no podamos entendernos no porque hablemos distintas lenguas sino porque, hablando la misma, interpretamos a capricho.
Y, a propósito, precisamente cuando se habla propagandísticamente de los medios, de la cibernética, de lo virtual, que es la moda, de las redes sociales, podemos darnos cuenta que es cada vez más triste la soledad o la marginalidad del individuo; no por nada se habla del incremento de la ludopatía, para sólo citar uno de los factores que se han creado últimamente en la patología social e individual y que es donde el lenguaje se distorsiona más; desde aquellos que sorprenden con sus "inventos" para "abreviar" como los que hacen gala de vulgaridades a cual más escandalosas.
Infelizmente, el uso del lenguaje parece estarnos llevando más bien a lo contrario del motivo mismo de su creación: la comunicación, la búsqueda de la verdad, la evolución del ser.
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