sábado, 22 de octubre de 2011

PALOS DE CIEGO

Es increíble cómo el oficialismo y la oposición van dando palos de ciego en torno a los resultados de la elección de miembros del Órgano Judicial del pasado domingo. En su desesperación quieren convertir esa votación es un plebiscito que nunca existió ni puede admitirse; del otro lado, se comenta que la información de los candidatos fue insuficiente a cargo de la institución pertinente, para citar dos de los argumentos más rebuscados.
Pero preguntémonos: ¿Acaso la democracia de mercado no se basa precisamente en la manipulación del elector? Porque, sea a través de la propaganda que explota la fe de carbonero del elector; sea por medio de las denominadas campañas electorales que abusan del espíritu alcornoqueño del ciudadano común; la cuestión es clara, nunca sabemos a ciencia cierta a quién elegimos y si nos conviene; porque sólo un porcentaje ínfimo de electores debe decidir su voto tratando de acudir a la razón, al conocimiento, a la discriminación, que se debe hacer forzosamente.
En las votaciones generales se vota por un color y un signo, de ahí la papeleta multicolor y multisigno, no nos vengan ahora con que hay elección porque en el espíritu de la democracia liberal y, peor todavía de la neoliberal, la elección no existe ni en el momento de nominar los candidatos ni en el momento de sufragar. Quien quiera que diga lo contrario se engaña a sí mismo y a los demás; precisamente por estas deficiencias es que han surgido los indignados, los inconformes, los que piden una democracia real y culpan de la situación de crisis general a los partidos, a los que fungen de políticos, a los que nos engañan con una democracia de mercado que, lo mismo que cualquier mercadería, le pone precio a todo y usa la propaganda para distorsionar todo, desde el sistema de representación hasta el voto ciudadano.
No nos venga ahora dando palos de ciego para tratar de interpretar más caprichosamente todavía lo que se ha dado o no se ha dado el pasado domingo, cuando acudimos a tratar de elegir nuevos miembros de un poder cautivo de la politiquería y del sectarismo desde hace décadas o desde siempre, para mantener la espada de Damocles permanentemente sobre nuestras cabezas.
Para que una democracia sea real no sólo tenemos que tener un pueblo culto e instruido sino también políticos verdaderos, partidos organizados alrededor de una doctrina y no en torno a las peras y, fundamentalmente, tenemos que tener respeto por el sistema mismo: la democracia, para que no sea suplantada y usurpada por el comercio y la politiquería.
El que quiera que recoja los palos de ciego; el que discrepe que se ponga a buen recaudo porque esto apenas empieza.

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