Quienes han leído El Quijote, seguramente saben qué es un espíritu alcornoqueño, para los que no lo han hecho quiere decir que algunos prefieren ir hacia el alcornoque, donde está el vino, que escuchar la palabra del sentido común o la razón.
Algo, o mucho, de esto está ocurriendo con motivo de la supuesta reivindicación de los ocupantes del Parque Nacional Ibisoro-Sécure que no sólo que se lanzaron a una caminata que claramente servía otros fines sino que se develó con la intransigencia que están mostrando a su llegada a La Paz y la escasa posibilidad de un diálogo sincero.
Como si fuera poco, las tropas policiales están montando un amplio operativo, precisamente, en esas tierras de conflicto donde se ha descubierto una mega fábrica de cocaína que por muchas tendencias mediáticas que se trate de ejercitar, revela nomás que el lugar no es, ni menos, un santuario sino un lugar ocupado por delincuentes desde hace décadas ante la impotencia de los nativos y la indiferencia de anteriores regímenes o, tal vez, su complicidad.
Los espíritus alcornoqueños le están pues dando vueltas al asunto pero no desde la mirada de la razón o el sentido común sino desde la manipulación sectaria, sea partidista, racial o lo que fuere pero sectarismo al fin, en contra de lo que se puede calificar como interés del Estado que, como define la propia palabra, no es el interés de un gobierno eventual como algunos mal entendidos o ignorantes suponen.
Sólo cuando los espíritus alcornoqueños acepten que es mejor el interés común que el del vino o la embriaguez de los sentidos, encontraremos la verdad para ocuparnos verazmente de unos y de otros y, por lo tanto, del bien común, de la colectividad, de la patria. Ojalá sea pronto, antes que el sectarismo venza gracias a la bota de vino colgada de un alcornoque.
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