Así podríamos resumir la situación de los habitantes del Parque Isiboro-Sécure luego de la aprobación de la llamada "ley corta" que ellos mismos se echaron al cuello ante el engaño de los politiqueros disfrazados de ambientalistas, ecologistas, defensores y demás estulticias propias de los instrumentos de penetración de intereses extraños a los nacionales.
Porque, en verdad, se los ha condenado a seguir siendo explotados casi exclusivamente por los contrabandistas de madera, por los narcotraficantes extranjeros, puesto que la intangibilidad no le permite, no sólo al gobierno sino también a las ONGs, desarrollar ninguna actividad en el sitio con lo que seguirán desamparados, sin educación, sin salud, si somos consecuentes con lo que aprobamos a caballo de la estupidez.
Y, lo que es peor y va en contra de la Constitución Política del Estado, se introduce, implícitamente, la extraterritorialidad dentro del Estado que no puede admitirse por mucha presión mediática que haya podido darse por los empresarios y comerciantes que manejan la mayoría de los medios de comunicación y en desmedro del pueblo, del porvenir, del bien común.
Muchas de las revoluciones del mundo han sido fagocitadas por sus propios revolucionarios que han querido erigirse en los nuevos amos o dioses de lo que pretendían cambiar sabiendo, o no, que eran simples instrumentos del poder oculto que maneja el materialismo que gobierna el planeta, aunque ninguna excusa es válida ante la historia que todo lo juzga y juzgará.
Todavía mucho se dirá en torno al tema; unos para tratar de disculpar su traición; otros, para seguir explotando ese territorio al margen de la ley y en contra de la moral, la política y la colectividad.
Todos entrarán en la historia; ya veremos cómo.
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