La manipulación materialista del mundo ha hecho que la mayoría de las personas se deje llevar por lo coyuntural que lo estructural. Y sucede más agudamente en los países denominados en desarrollo, subdesarrollados y otros eufemismos por no llamarlos simplemente coloniales.
Lo que pasa en Bolivia es patético; hasta los más avisados se dejan sorprender por el sofisma y creen que la urbanistería, por ejemplo, es una solución a las ciudades donde campean a sus anchas la insuficiencia y la deficiencia de infraestructura, vale decir, abastecimiento en general, de agua, de red de alcantarillado, de iluminación, de comunicación, que no permiten un desarrollo deseable y sostenido del protagonista de la historia: el hombre.
Por eso es que los alcaldes se desviven por las "obras estrella"; porque nadie les reclamará el negociado por mucho que no sólo signifique un dispendio de recursos sino una aberración urbanística y las pruebas están ahí, a la vista de todos, aunque la percepción cabal no llegue a sus cerebros embotados por tanto majadero opositor u oficialista que cuando abre la boca es para decir dislates y confundir más todavía a quienes necesitan de información y orientación. La culpa de nuestro atraso y subdesarrollo la tienen pues los partidos y sus dirigentes y militantes alienados a la política de dependencia colonial que se sostiene en dos pilares hasta ahora inconmovibles: la corrupción y la impunidad; que han soportado varias revoluciones de las auténticas o de las simplemente fraudulentas como la del 52.
Mientras nos preocupemos por lo coyuntural dejando lo estructural, seguiremos dejando el futuro librado a la suerte o a la revolución; si es que todavía quedan revolucionarios capaces de eso que ahora no se hace: pensar. Y conste que no es sólo en nuestra patria sino en el mundo por muy desarrollados que algunos se califiquen a sí mismos
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