Poner al pueblo boliviano ante la triste alternativa de elegir entre oposición u oficialismo no sólo puede ser triste sino hasta trágico; porque ninguna de las opciones muestra tener no únicamente inteligencia y preparación sino definición ideológica y seriedad programática.
El sólo hecho de que se quiera interpretar caprichosamente los resultados de la elección de miembros del Órgano Judicial es ya majadería sin excusa y sólo tendencia al manoseo no sólo porque no hay argumentos para oponerse a dicha elección sino porque se quiere retroceder el cuoteo partidista que ha condicionado la dependencia con la corrupción y la impunidad de los de la "clase política".
Y, es más, esta triste alternativa nos muestra que no hay líderes, que no hay renovación, que se han abandonado las ideas por posiciones ridículas y dimes y diretes vergonzosos, que no hay una verdadera interpretación de la realidad nacional y mundial y lo único que se hace es tratar de aprovechar y usufructuar la triste coyuntura por la que atraviesa el pueblo; huérfano de opciones para salvar su porvenir. ¡Verdaderamente qué triste! Nunca en la historia nacional hemos estado en tan lamentable situación y yendo de frustración en frustración, como si la conspiración internacional en contra del país y de la propia humanidad se regodeara al tener tanta estulticia que explotar entre oficialistas y opositores que, juntos, no saben de la misa la media.
Y, como si fuera poco, hay un vacío institucional no sólo referido al incumplimiento de la ley y la incitación a la subversión sino a la ausencia de la opinión y participación de instituciones universitarias, académicas y gremiales que causa más preocupación todavía porque parece ser que vivimos en tiempos de río revuelto y ganancia de pescadores.
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