Los partidos políticos fueron introducidos en la democracia para evitar la guerra y traer la paz. Desde los "whigs" (cuatrero escocés) hasta los "tories" (irlandés fuera de la ley) en Inglaterra, pasando por Francia o Estados Unidos, la democracia sea parlamentaria o no, sólo fue posible por la intermediación de los partidos que, otrora, eran encabezados por verdaderos políticos o filósofos; Voltaire, Diderot y otros en Francia. Infelizmente esa tradición y obligación se ha distorsionado no únicamente porque ya no hay líderes ni políticos sino porque cualquier majadería sirve para instalar la guerra, esa odiosa costumbre de pelear por banalidades y conveniencias sectarias poniendo en riesgo a todo el Estado.
Si en Bolivia hubiese oposición formal, política, ideológica, el oficialismo no podría hacer lo que hace metiendo las de andar, por muy mayoría que tenga en diversas instancias como el parlamento o los concejos; pero como los que se llaman opositores no tienen norte ni saben lo que hacen, las condiciones para la arbitrariedad y el abuso están dadas. Cada vez que algún politiquero abre la boca, y sucede frecuentemente con harto regocijo de los que se hacen llamar periodistas, es preferible hacerse a un lado para no contaminarse con el tufo ni verse envuelto en la nube de ignorancia y mediocridad que está causando muchísimo malestar entre la población.
Lo que necesitamos recuperar es el partido; no como una secta o feudo burocrático sino como una expresión de ideales, de programas, de principios. Sólo así nos salvaremos de la politiquería que nos ahoga desde ambos lados del espectro; la derecha o la izquierda, igualmente materialistas, ignorantes e irresponsables.
Lo mismo pasa con la libertad de expresión; pero ese es otro tema.
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