Cochabamba, hasta hace décadas la ciudad de la eterna primavera, tiene hoy no sólo un frío verano sino problemas repetidos de inundaciones y desgracias que afectan sus provincias y han hecho que el río Rocha vuelva por sus fueros que cantaba Jaime del Río diciendo: "el río Rocha turbión"; algo que ya sólo quedaba en el recuerdo pero que hemos vuelto a ver ayer.
Aunque en muchas partes se habla del cambio del clima, del calentamieno global y de otras cosas que son ciertas o no; Bolivia repite viejos problemas que no puede resolver por la desidia de sus gobernantes. Y es que los programas de canalización, regularización y limpieza de ríos y torrenteras sigue en la procrastinación. Hay viejos proyectos para el uso de la navegación fluvial, por ejemplo, que nos hablan de las posibilidades de llegar más allá de nuestras fronteras y minimizar los efectos del enclaustramiento marítimo y contribuyendo a la integración latinoamericana desde el río Bravo hasta el Lauca por medio del río negro, el amazonas, la cuenca del Plata y los muchos ríos navegables que tenemos en nuestro territorio; pero han quedado como sueños de ilusos porque muy pocos gobernantes han tenido oportunidad de enterarse, siquiera, de las amplias probabilidades de la comunicación fluvial y lacustre o de la integración de la Patria Grande.
Hace décadas que en esta ciudad venimos perorando por la limpieza, la regularización y la canalización de los ríos que transcurren por este territorio sin tener ningún eco y sin atender las graves consecuencias, evitables, que se producen por las crecidas y las torrenciales lluvias que hay que soportar, como está ocurriendo en estos días; pero, al aparecer, las autoridades se conforman con las "emergencias" que suponen gastos adicionales y fuera de control, para atender a las víctimas de la negligencia y la ignorancia.
Así como se han incrementado las lluvias no sólo en la ciudad capital sino en las provincias, las consecuencias son las de esperar: inundaciones, muertos, desaparecidos que es prematuro cuantificar ya que las aguas no han llegado todavía a las tierras bajas y es allí donde producen las peores tragedias.
Desde que los primeros gobiernos de la república ordenaron expediciones para conocer y cartografiar ríos, lagos y lagunas de nuestro territorio, prácticamente, nada más se ha hecho; ni siquiera el proyecto de conexión con el Atlántico que proyectara el descendiente del escritor de la guerra de la independencia, Nataniel Aguirre, que se fue a vivir a la frontera para realizar su sueño y, hasta ahora, queda en eso; pese a las urgentes necesidades de llegar al mar con independencia y soberanía.
Esto es lo que más hiela en el verano: la indiferencia.
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