¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde la revolución francesa? ¿O desde la declaración universal de los derechos humanos? ¿O desde la venida de Jesús?
Quienes crean que la defensa de los derechos humanos es una tarea de las ONGs o de la democracia o del último siglo; están equivocados. Por eso es que no nos sorprende el lío que se ha armado en torno a la asamblea permanente de derechos humanos en La Paz y donde no sólo intervienen huestes partidistas sino también policías. Hace ya varias décadas, cuando empezaban a apuntar los activistas de la derecha o, por lo menos, financiados por la derecha, socarronamente se decía que los defensores de los derechos humanos, en realidad, eran de izquierdos humanos.
La cuestión no ha variado, es más, hemos entrado en una Babel donde si uno quiere aparentar respetar los derechos de los otros, aunque ellos no respeten los nuestros, debe empezar por discriminar entre macho o hembra, niño, niña, adolescente y "tuti cuanti" se pueda distinguir entre unos y otros; que eso es la discriminación.
Pero la cuestión no ha variado fundamentalmente pues también los organismos defensores de esto o aquello incurren en el desconocimiento de los derechos de la mayoría o del bien común; para ejemplo, dos casos: el de los loteadores que quieren ampliar la "mancha urbana" comprometiendo el porvenir de cientos de miles de ciudadanos en las principales ciudades del país o la de los vendedores de piratería que se han asentado en calles, mercados y aceras haciendo valer "sus derechos" en contra del bienestar colectivo o la preservación de la salud o la economía.
Lo curioso cuando surgían estos "defensores" era que, en la mayoría de los casos, aparecían sujetos "de izquierda" apoltronándose en la derecha con la ostentación de sueldos, movilidades y residencias, cuando antes hacían demostración de lo contrario y, al final, resultaron defendiendo más que sus supuestos ideales o teorías sus propios sueldos y subvenciones.
Si analizáramos las cosas con seriedad e inteligencia puede que llegáramos a conclusiones asombrosas o paradógicas, como cuando vemos un incremento de embarazos entre adolescentes que no se ha originado en tormentas o desarreglos hormonales sino en la incomprensión de que los derechos traen bien aparejados unos deberes que, intencionalmente, se olvidan algunos para darle lustre a su ocupación profesional.
La única manera de defender los derechos humanos es el acatamiento a la ley; sin necesidad de organismos específicos, oficinas o entrometidos y cumpliendo aquello que dijera Juárez: "el respeto al derecho ajeno, es la paz"; que casualmente, no la cumplen muchos acérrimos defensores a sueldo.
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