Todas las veces en que alguna autoridad controla en el mercado la fecha de caducidad de la mercadería, surgen un montón de excusas: "No no dimos cuenta", "es un añito nomás", "nos han dicho que todavía sirve", "pero si no está dañado", son las más frecuentes así se trate de antibióticos o enlatados; claro que tampoco nadie ha explicado convincentemente por qué la fecha de tiene que ser rigurosamente aplicada si las condiciones de almacenamiento son buenas; aunque generalmente en los mercados no existen.
La cuestión es que esta fecha de caducidad también llega a algunas personas y sectores y los afectados no quieren darse cuenta ni verse con el rótulo: caduco. Esto pasa con los partidos de la "clase política", aquellos que nunca tuvieron ideología definida y definitiva, que se acomodaron a las circunstancias o ingresaron en la politiquería con paso de parada. El MNR, la ADN, el MIR, el PC, el NFR, los trotskistas, los cataristas y un sin fin de siglas y de simples nombres o apodos, conforman la lista de los caducos en Bolivia y, entre ellos, hay que incluir los intelectuales, los profesionales, los universitarios, los artistas que, igualmente, se acomodaron a las olas.
En realidad, en la historia nacional sólo dos partidos pueden ser la excepción que los separa de la poltiquería aunque no pudieron sobrevivir, precisamente, por lo que tenían y no por sus carencias: FSB y el PIR; el primero y desde 1937 propuso una cartilla, un programa y una definición ideológica concreta que lo hacía diferente desde la expresión de su líder más importante, Oscar Unzaga de la Vega, que afirmaba: "nosotros estamos por encima de la derecha explotadora y de la izquierda anarquizante" y sirvió para crear el "tercer vértice de la inquietud social", que así como no aceptaba la intromisión de EEUU tampoco quería que los soviéticos aprovecharan de la piedra libre que la pendulación les ofrecía. El segundo, porque se atrevió a interpretar la corriente del pensamiento marxista y pretendió adaptarlo a la realidad no sólo nacional sino latinoamericana, lo que le valió ser rechazado como representa legal del comunismo y, por eso mismo, combatido.
Con la llegada de Morales al poder y de otras experiencias que se han dado en el pasado lo que se reitera es también algo que no se quiere aceptar: la caducidad de los intelectuales y, junto a ellos, los profesionales, los universitarios, los académicos que, con sus lógicas restricciones y excepciones, tampoco supieron estar a la altura de las circunstancias de la política o se vieron envilecidos por la politiquería.
Este rótulo de caducidad es lo que más inquieta en la cercanía o vigencia del período preelectoral y son los propios caducos los que más se niegan a ver esta realidad.
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